Juzgar y ser juzgado

Beatriz Pallas ENCADENADOS

OPINIÓN

20 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Tal vez sea por esa huella que deja en la vida el paso por las aulas, esa tensión que producía el salir a la pizarra a examinarse en público, que el instante en que alguien es juzgado es uno de los más magnéticos de la pantalla. No hay concurso o competición llamada a triunfar que no cuente con un equipo de césares televisivos dirigiendo su pulgar arriba o abajo. Generalmente los jurados son especialistas en la materia del programa. Cocineros en los espacios gastronómicos, músicos en los torneos de cantantes. Y así el público tumbado en el sofá puede dar por buenas sus expertas opiniones, aunque no entienda qué es «una voz muy calentita y con muchos colores». Será un código interno, piensa.

El brete para los árbitros llega con los programas de género disperso en los que nadie cuenta con la preparación suficiente para puntuar con criterio. Le pasó el viernes al jurado de El desafío, en Antena 3, que se vio de pronto en la necesidad de valorar a concursantes que afrontaban pruebas tan insólitas como escalar por una torre de cajas de bebida, hacer apnea bajo el agua o intentar servir una copa de vino cogiendo la botella con el brazo de una excavadora. Esto último le tocó hacer a Ágatha Ruiz de la Prada, que maneja mejor la aguja que el bulldózer y acabó derramando el tinto en el mantel. La cara, y el verbo, de Tamara Falcó a la hora de evaluar aquello fue un poema.