No haga planes

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto s. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

XOAN A. SOLER

04 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

No pierda el tiempo. Olvídese de realizar ese ejercicio que hacemos todos y todos los años, cuando ya nos tomamos las uvas, en los primeros días de enero. Pues yo me conformo con que sea igual que el que pasamos. Pues a mí a ver si me va un poco mejor. ¡Huy!, yo quiero irme de vacaciones al Polo Sur. Mi objetivo es crear una empresa para ser jefe. Y cosas por el estilo. El año que dejamos atrás ha sido el peor de nuestras vidas. En todos los órdenes. Desde que un día se asomaron a nuestras casas para asegurarnos que «España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado», hasta hoy mismo, vivimos un calvario. El covid-19 nos parecía un virus sin importancia que solo afectaba a países donde sus gentes comen murciélagos, que nos parece repugnante y vomitivo a los que comemos percebes, ostras y tripas.

Pero de pronto nos encontramos con que estábamos en medio del huracán, contando muertos por decenas de miles. Supimos que nuestra sanidad no era tan sensacional como nos decían. Comprendimos lo que era un confinamiento y vivimos un toque de queda que creíamos exclusivo de los países en guerra. Y nos enteramos, sobre todo, que estamos en manos de unos incapaces, desleales, aprovechados, inconscientes, demagogos, oportunistas y petulantes que no nos llevan por el buen camino.

Por eso el que dejamos es el peor año de nuestra existencia. El que vivimos con una angustia permanente, con dolor y con el pánico metido en el cuerpo. El que nos taparon la sonrisa con una mascarilla. No miremos atrás pues y pongamos la vista en el futuro. Nos dicen los adivinos, que saben lo mismo que usted y yo juntos, que los primeros seis meses van a ser difíciles, sanitariamente hablando. De cómo nos irá la economía, el trabajo, las empresas y todo lo que nos permite vivir con cierto decoro, dicen que tendremos marejada a fuerte marejada. Y que lo mejor que nos quedemos como estamos. Por decir algo. Por eso que no merece la pena perder el tiempo haciendo planes y diseñando el futuro. Porque nos puede cambiar en cuestión de horas. Solo con que al otro lado del globo, a alguien se le ocurra comerse un murciélago o un pangolín, en vez de zamparse un plato de arroz.