Las secuelas de pactar con EH Bildu

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

Juan Herrero | Efe

22 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias ya tienen encima de la mesa las consecuencias de su decisión de aprobar los Presupuestos aliándose con los independentistas catalanes de ERC y los separatistas vascos de EH Bildu. Al parecer, a los votantes de izquierda tampoco les entusiasma la idea de que los que decidan cómo se administran sus cuartos -y los que se quedan con la mayor parte de la tarta económica- sean precisamente aquellos a quienes España y sus problemas les importan «un comino», según reconocen ellos mismos. Y, en contra de lo que afirma el vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, parece ser también que los votantes del PSOE y de Unidas Podemos no consideran que el hecho de que los Presupuestos del Estado español se aprueben gracias al voto de quienes aseguran que no son españoles sea «la mejor noticia para la democracia».

Aunque el líder de Podemos opina que dejar el futuro económico del país en manos de Gabriel Rufián y Arnaldo Otegi es «un éxito que nos debería emocionar a todos», esa profunda emoción no acaba de calar entre los votantes de los dos partidos del Gobierno de coalición. Pese al triunfalismo de Sánchez, que asegura que con estos Presupuestos pactados con el secesionismo «España dice adiós a otro tiempo y avanza decidida a un futuro de progreso», y pese el adanismo de Iglesias, que afirma que «después de tantos años, España va a tener unos Presupuestos al servicio de la gente», resulta que ambos partidos obtienen, incluso en el sondeo del CIS elaborado por el socialista Tezanos, los peores datos en intención de voto desde las pasadas elecciones generales. Y que la suma de la derecha (PP, Vox y Cs) supera ya en tres puntos a los dos partidos del Gobierno de coalición. El vicepresidente Iglesias manda cada día más, pero su cabezonería sigue en caída libre y sus cifras son ya las mismas que tenía Santiago Carrillo en el año 1979 y las que logró Julio Anguita en 1996.

Siendo estos datos una completa refutación del discurso del Ejecutivo, en la encuesta del CIS hay una cifra que resulta aún más relevante y aleccionadora para Sánchez e Iglesias. Ambos conocen ya también las consecuencias de calificar de «patriotas» a los diputados de la formación de Arnaldo Otegi, entre cuyos méritos está el de haber sido condenado por secuestro, y las de convertir a EH Bildu en socio para la «dirección del Estado». Ese blanqueamiento tiene el mérito de haber conseguido que, mientras el PSOE y Unidas Podemos pierden votos, aquellos que no han condenado jamás uno solo de los crímenes de la banda disparan sus expectativas electorales hasta el punto de casi duplicar sus resultados.

Hasta Tezanos se ha dado cuenta de que normalizar políticamente a quienes presumen de querer «tumbar el régimen» es algo que beneficia al blanqueado y perjudica al blanqueador. Que el PSOE y Unidas Podemos pierdan apoyos es algo que debería hacer reflexionar a Sánchez e Iglesias. Pero que sus errores hagan más fuertes a los herederos del brazo político de ETA es algo que debe preocupar a todos los españoles.