«Piercings»

José Francisco Sánchez Sánchez
Paco Sánchez EN LA CUERDA FLOJA

OPINIÓN

Oscar Vázquez

28 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo leí aquí mismo, en una entrevista a un innovador empresario de joyería que nunca usa joyas. Me recordó en eso a los grandes ejecutivos de las tecnológicas: tampoco ellos llevan encima el móvil y no permiten que sus hijos los usen. Eso se dice, al menos. Y que los mandan a escuelas analógicas, sin tabletas digitales ni gaitas. Pero a lo que iba: el empresario de joyería que no usa joyas promueve los piercings de calidad y dice: «No te anilles con acero, sino con oro de dieciocho quilates y diamantes». Me pareció atroz lo de anillarse y me fui al diccionario, primero, y al buscador, después, para ver si podía aplicarse ese verbo a personas.

No encontré un solo registro, pero me enteré de muchas cosas: de que hay anillas para animales salvajes y para los que se crían en cautividad, que cambian de color cada año, que pueden ser de clic o cerradas, que sirven para controlar de quién son los bichos y qué hacen y por dónde andan y que han permitido un conocimiento mucho más preciso de las costumbres de las aves, de su longevidad o de qué distancia pueden recorrer en un tiempo determinado. Me enganché al asunto hasta que comprendí que mi navegador se llenaría de anuncios de pajarerías, de marcas de anillas, de piensos para patos y de prismáticos de ornitólogo, y que la próxima vez que entre, YouTube me ofrecerá tutoriales para anillar gallinas y vídeos con avistamientos insólitos. Es decir, la red me habrá anillado digitalmente, como cuando uso la tarjeta de crédito o casi cualquier tarjeta.

Nos dejamos anillar, lo pagamos incluso muy contentos, día a día, en cómodos plazos de libertad. Y cuando se nos acabe pedirán que les devolvamos hasta el anillo de oro y brillantes.

@pacosanchez