Pistas para identificar un país

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

CHRIS KLEPONIS / POOL

05 nov 2020 . Actualizado a las 08:30 h.

Juguemos al trivial. Adivine qué país del planeta porta la antorcha de la libertad y el espejo de democracia en el que todos queremos mirarnos. Le ofreceré cinco o seis pistas para facilitarle la respuesta.

Es un país federal que, después de una atroz guerra civil, aparece escindido en dos mitades, casi idénticas en tamaño, pero con algunas zonas templadas donde se dirimen las elecciones. ¿Las dos Españas de Machado? Respuesta incorrecta.

En ese país pierdes las elecciones aunque obtengas dos o tres millones de votos más que tu adversario. La victoria en las urnas no significa victoria en el colegio electoral que pone presidente. Bien sé que esta pista, por genérica, no le servirá de mucho: solo indica que existe un complejo sistema electoral que distorsiona, hasta la caricatura, la voluntad popular. Y que inclina el fiel de la balanza hacia la mitad más retrógrada.

Ese país se acuesta de madrugada sin saber quién ha ganado las elecciones presidenciales y se despierta igualmente in albis al día siguiente. Los recuentos del voto por correo se prolongan según parroquias y a criterio de los jueces de cada taifa. Como las autonomías españolas en la gestión de la segunda ola del covid. La ambigüedad de la pista tampoco contribuye a descifrar el enigma: el abanico de posibilidades que le ofrece abarca a muchos de los países que dimos en llamar bananeros.

El presidente de ese país plantea las elecciones como una disyuntiva: o yo o fraude. Solo las artimañas fraudulentas de los rivales pueden impedir su victoria. ¿Nicolás Maduro en Venezuela? Caliente, caliente, se está usted acercando, pero todavía se halla demasiado al sur del acierto.

El presidente de marras anuncia que, si su adversario le roba el triunfo, recurrirá a los magistrados de la Corte Suprema que él mismo ha designado, alguno -alguna- incluso en vísperas electorales. En otras latitudes con menor pedigrí democrático, cuando esas cosas suceden las gentes se santiguan, sacan en procesión a Montesquieu, recitan el credo de la división de poderes y practican exorcismos contra la politización de la justicia. Pero no, no se equivoque usted, el mandatario tampoco es Pedro Sánchez en su intento -aparcado- de controlar el Consejo del Poder Judicial.

Si llegado a este punto todavía no ha atinado, le proporciono una chuleta clarificadora para superar el test. El jefe supremo de esa nación, con los poderes omnímodos de los monarcas absolutos, es el máximo exponente del populismo fascistoide que recorre el hemisferio occidental en estos tiempos aciagos. Ocupa un despacho oval y dispone en su mesa de un botón para detonar bombas atómicas o desatar guerras comerciales. Constituye un peligro público de primera magnitud, no solo para la mitad más dos millones de sus compatriotas, sino para media humanidad. Negacionista de la pandemia que asola su país y el nuestro y alérgico a la mascarilla protectora a pesar de haber experimentado el virus en pulmón propio. ¿De qué personaje y de qué país hablamos?

-Ah, ahora caigo: ¡del Brasil de Bolsonaro!