«Jóvenes, ¡responsabilidad y prudencia!»

OPINIÓN

MIGUEL VILLAR

19 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Piedra angular

Con la pandemia encima surge un clamor vital exigiendo a todos, especialmente a los jóvenes, responsabilidad, prudencia, compromiso, solidaridad, respeto a los demás, en especial a los más vulnerables, obediencia a las normas, heroísmos sanitarios, escrupuloso cumplimiento profesional… En dos palabras: valores éticos. Me viene a la mente una frase bíblica: «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular». Un conocido pensador (Gilles Lipovetsky) decía en el umbral de este siglo: «El siglo XXI será ético o no será».

La ética, tan depreciada y combatida, es hoy más necesaria que la vacuna. ¡Y está ya inventada! Claro está que me refiero a una ética común, natural, no confesional con unos mínimos universales. La larga y accidentada marcha de la humanidad, cuanto más avanza, más exige a gritos la presencia ética en la vida y educación del hombre si queremos sobrevivir. La vida en la tierra puede hundirse ante decisiones de todos (ecología) o de unas pocas voluntades que usasen irresponsablemente tecnologías nucleares o bacteriológicas. ¡Todos vamos en el mismo barco y la policía no puede llegar a todas sus costuras internas! Manuel Outeiro. Lugo.

Una mañana en Ourense

Es sábado por la mañana y me dirijo hacia una de las cafeterías donde considero que el café es bueno y las posibilidades de encontrar este periódico disponible para leer son elevadas.

Como en el interior hace días que no sirven, me siento en la terraza a pesar de que, debido a la hora, la temperatura no es agradable. Reparo en una pareja de mujeres, cercanas a la edad de jubilación, que están sentadas compartiendo mesa. Bolsas de caras tiendas de ropa completan el resto de sillas disponibles. Se disponen, imagino, a levantar la economía de la ciudad. La probabilidad de que sean convivientes se me antoja remota. Lo mismo, un grupo de cuatro chavales que, móvil en mano, preparan una mañana de caza de pokémons, tal como ellos mismos vociferan, además de «si preguntan, decir que somos hermanos todos», antes de tomar asiento en la mesa al otro lado de donde yo, solo, estoy sentado. Llega el camarero, pregunta a los mozos que qué va a ser y vuelve para adentro.

Al tiempo, leo que la ciudad vuelve a batir récords de contagios. Me levanto y me dirijo a pagar mi café y al salir pienso que si cumplir las normas es cosa de ilusos, incluso de burros. Pienso que el dueño de la cafetería nunca preguntará a quien se vaya a sentar en su terraza y consumir si todos los de la mesa son o no convivientes; desconozco si es responsabilidad suya, y pienso que por qué ni yo ni mi mujer podemos salir de la ciudad para ver a nuestros padres. Son las normas, me digo. Y así transcurre una mañana cualquiera en una terraza cualquiera de Ourense. Javier Rodríguez. Ourense