El asalto al poder judicial
El Gobierno funciona a golpe de cabreos. Cuando decidió poner a Madrid en estado de alarma, fue cuando Salvador Illa reventó por las decisiones de Isabel Díaz Ayuso y dijo algo que se puede traducir así: «no aguanto más». Y lo malo no es que no aguantara. Lo malo es que con el visto bueno o la instigación de su presidente instauró una forma de gobernar basada en el impulso que se parece al ajuste de cuentas. Ayer volvió a ocurrir algo parecido: Pedro Sánchez, harto de las maniobras de Pablo Casado para entorpecer la renovación del Consejo del Poder Judicial y alarmado por los nombramientos que hizo el actual consejo en funciones, dio un salto de pértiga y presentó con Unidas Podemos una proposición de ley para rebajar la mayoría exigida para la elección parlamentaria de los doce vocales jueces y limitar las competencias cuando termine su mandato legal.