El óbito del apuntador

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

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05 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La literatura dramática nos ha dejado expresiones sabias. Como el refranero. Su tino se fundamenta en el sentido común y, de paso, en la particular idiosincrasia de nuestro país: medio pícaro y medio buscavidas, pero también cultivado, imperial en su pasado, y dotado de un talento artístico superior y diferenciado. Nosotros tenemos al perro del hortelano, que nos lo dejó Lope de Vega relatándonos la historia de dos enamorados sumidos y resumidos en el conocido «ni contigo ni sin ti». Tenemos también palabras tan hermosas que uno quisiera anotarlas para que no se perdiesen jamás. Bambalinas, por ejemplo. Y bullir entre ellas a sabiendas de que el público nunca nos va a ver. En estos días, dramáticos como nunca en la reciente historia de España, cobra significado y holgura la muerte del apuntador: el profesional que en las obras de teatro con alto número de fallecidos, también se moría. La expresión es la definición exacta de nuestros días: aquí no se salva ni el apuntador. Eso es España. Qué bajo ha caído la política. Qué falta de objetivos comunes a los que poder abrazarse. Qué tacticismo y qué vulgaridad. Lo que sucede es que unos pretenden pasar por adalides de la moralidad y la donosura, y a otros les ha caído la piedra de su pasado. De ahí que el congreso organice su comisión de investigación del caso Kitchen pero censure otras comisiones (esos dispendios que no llevan a parte alguna) alrededor de los que gobiernan este país: Jauja donde pasarás de curso sin aprobar y cobrarás un buen sueldo sin trabajar ni pretenderlo.

Es que, reitero, no se salva ni el apuntador. Aquel, por ejemplo, que anotaba los cientos de millones que en Andalucía se iban de mano de los falsos expedientes de regulación de empleo. O el apuntador que olvidó cotizar a la Seguridad Social las cuotas de un cuidador de un alto miembro del podemismo patrio. Tampoco las cuentas que denuncian miembros, de antaño, de la misma agrupación política que lleva años dando lecciones a toda España menos a ellos mismos. Los que rechazaban a la casta y son la casta de Galapagar. Los que iban a conquistar los cielos por asalto y en Galicia se quedaron sin un solo diputado. ¡Quién maneja nuestros destinos! Él y Él. Enzarzados en discusiones estériles mientras la gente contempla, medio anestesiada, esta tragedia. La ruina económica está llamando a la puerta. La ruina sanitaria ya la conocemos. Pero el Gobierno insiste en sus cortinas de humo. Somos el único país del mundo en que la culpa de todo la tiene la oposición. Me temo que el apuntador esta vez se va a morir de verdad. Pero de vergüenza.