El rumbo es no tener rumbo

Xose Carlos Caneiro
xosé carlos caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

29 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Algún día ordenaré mi biblioteca. Conservo en ella un cierto desorden que me empuja a buscar ejemplares por intuición, como si fuese aquel Jorge Luis Borges ciego, palpando objetos que me resultan familiares. Sabía que la novela estaba allí: Sin rumbo, de Eugenio Cambaceres. La busqué después de leer el último artículo de nuestro editor: Santiago Rey también hablaba de rumbos. No di con la novela hasta que se me ocurrió tocar los libros de Macedonio Fernández, uno de los precursores del ciego Borges, y escritor principal de la historia de la literatura (aunque la historia de la literatura en ocasiones lo haya olvidado). Y allí estaba. Editorial Cátedra, colección Letras Hispánicas. Edición de Teodosio Fernández. Me refiero a la novela citada de Cambaceres, argentino de Buenos Aires como Borges y Macedonio, político y novelista de escaso fuste. 

Sin rumbo se publicó en 1885 y es un texto de difícil encuadre teórico. Para unos es una novela naturalista y para otros una amalgama de páginas modernistas dirigida únicamente a santiguar un cambio de época: la falta de rumbo de una nueva sociedad debido a las medidas progresistas adoptadas en las últimas décadas del siglo XIX.

España también boga sin rumbo. El esfuerzo y el mérito se desvanecen. Vale lo mismo la verdad que la mentira. Y la política, por desgracia, se encuentra extraviada entre egos y relatos fatuos. De eso y otras cosas hablaba nuestro editor.

Santiago Rey es el último editor de periódico que queda en España. El resto, los restos, se han perdido entre siglas políticas, intereses mezquinos y otras tentaciones en las que no ha caído este periódico. Por eso nuestro editor firma artículos como Cambien de rumbo: lúcidos, honestos y singulares. Quizá ese es uno de los motivos por los que La Voz de Galicia sigue siendo un referente de la información en España: su honradez intelectual. Mientras el periodismo español se decanta por tirios o troyanos, el de La Voz reclama sentido común: otro rumbo. Pero me temo que ahora mismo el rumbo es ninguno. A la clase política le falta clase, precisamente. Adolece de escasa altura.

Sus ideas más brillantes son aquellas que perseveran en la lucha por el voto, y su permanencia en sillón, más que por el beneficio del interés general. Por ello España no goza de un pacto a la alemana. Un gran pacto.

Prefieren contemplar el propio ombligo mientras la nación se desvanece: en lo económico, ideológico y social. El rumbo es no tener rumbo, mi querido editor.