Serán unas elecciones extrañas. Insólitas. E inconcebibles hace no mucho. Con mascarillas, espacios protegidos, distancia de seguridad, guantes, con mítines no se sabe cómo; con la amenaza de una abstención récord y con un país asustado e incrédulo ante lo que está viviendo. Los comicios del 12 de julio en Galicia y Euskadi se celebrarán, si es que se celebran, en un clima de absoluta excepcionalidad.
Y sin embargo esta vez, más que nunca, las repercusiones de sus resultados van a tener especial incidencia en el futuro político del país. De forma especial en el PP por el papel de Núñez Feijoo, como eterno candidato a la presidencia del partido que lo llevó a estar en varias ocasiones al pie de la escalerilla del avión para viajar a Génova.
En Euskadi los populares se juegan el ser o no ser. Están llamados a ser irrelevantes en el nuevo Parlamento vasco y parecen tenerlo asumido desde el mismo momento en que decidieron provocar una grave crisis que acabó con la destitución del candidato Alfonso Alonso y el abandono de significativos dirigentes. Pero en Galicia los resultados, en el caso de una victoria por holgada mayoría de Feijoo, pueden enturbiar aún más las ya revueltas aguas en las que se mueven Casado y los suyos.
Porque la distancia que el presidente gallego puso en reiteradas ocasiones respecto al camino de Casado se acrecentó visiblemente en la gestión de la epidemia que padecemos. Feijoo, cuya gestión también merece un detenido análisis, marcó su propia ruta, en algún momento muy alejada de la del partido, mostrándose más moderado que el líder estatal. Incluso, por momentos, acaparó más atención mediática que el propio Casado. Y si el 12 de julio logra unos resultados excepcionales, no van a faltar las voces que vuelvan a situarlo en la rampa de salida de la sucesión, de forma especial tras el desgaste innecesario del líder popular.
Por eso los deseos de Casado, como cuando dice estar seguro que Feijoo «merecerá de nuevo la confianza mayoritaria de los gallegos», tienen un límite. Que su partido continúe manteniendo Galicia como única plaza con mayoría absoluta, pero sin mucha holgura. Lo que Casado debe de estar deseando es una victoria de Feijoo, pero por poquito. No vaya a ser.