La piel en la pandemia

Manuel Almagro TRIBUNA

OPINIÓN

María Pedreda

18 may 2020 . Actualizado a las 10:42 h.

El ejercicio de la medicina es apasionante, aunque a veces es absorbente y agotador. Si caes en el falso pensamiento de creer que «controlas» tu actividad, aparece una enfermedad nueva que en pocos meses nos abruma con manifestaciones desconcertantes, obligándonos a aprender mucho en poco tiempo.

A pesar de que la atención a estos pacientes ha recaído en otros colegas, los dermatólogos hemos aportado nuestro granito de arena. Conforme ha evolucionado el covid-19, se han descrito casos y series de pacientes con manifestaciones cutáneas relacionadas con la infección por SARS-CoV-2 en varios países. La dermatología española también ha aportado casos y estudios desde varios centros, destacando el Covid-Piel realizado por Cristina Galván y colaboradores, coordinado por la Unidad de Investigación de la Academia Española de Dermatología y Venereología, en el que han analizado a 375 pacientes de todo el país. Los autores han categorizado cinco patrones de respuesta cutánea que se correlacionan con el curso evolutivo de la enfermedad y con su gravedad.

La mayoría de las manifestaciones cutáneas son inespecíficas (exantemas morbiliformes, vesiculosos, purpúricos, urticariformes, pápulo-escamosos) y podrían observarse en otras virosis. Las más especificas parecen ser las que simulan a los sabañones que aparecen especialmente en los pies y las manos de pacientes jóvenes en las fases finales de la infección, asociadas a buen pronostico; así como las lesiones vesiculosas que afectan al tronco. Llaman la atención las áreas necróticas o livedoides por oclusión vascular y fenómenos trombóticos.

Los mecanismos que inducen las lesiones no son bien conocidos y a veces es difícil establecer la relación de causalidad con el virus. Además, estos pacientes reciben múltiples tratamientos que originan reacciones cutáneas a fármacos que pueden contribuir por sí mismos o por interacción virus-fármaco.

También se ha reseñado en este período el empeoramiento de enfermedades previas como la dermatitis atópica, la dermatitis seborreica o la rosácea, así como sequedad cutánea y prurito, que pueden estar influidas por el confinamiento, la hospitalización, el uso de mascarillas o el estrés. El lavado frecuente de manos y el empleo de soluciones antisépticas han originado un aumento de casos de eccema de contacto irritativo. Todas ellas pueden ser tratadas y bajo ningún concepto deben hacernos abandonar las imprescindibles medidas de protección.

Pero no todo es coronavirus, por lo que se ha advertido del riesgo que supone la demora en la atención a determinados pacientes oncológicos o con enfermedades graves, que hemos manejado por vía telefónica o telemática, aunque en casos necesarios, también de forma presencial. Seguimos avisando a los pacientes en tratamiento con inmunosupresores que no deben abandonarlos sin consultar con los médicos responsables.

Ya que parece que tendremos que convivir un período (ojalá sea breve) con el virus, conoceremos mejor la infección, sus secuelas, la respuesta inmune del paciente y se definirán mejor sus manifestaciones cutáneas. Seguiremos aprendiendo.