Un borrego no hace rebaño. El Gobierno -que aún no nos ha dado mascarillas- ha cuantificado en un 1 % el grado de incumplimiento en el paseo infantil del domingo, donde, por momentos, no se sabía muy bien si eran los niños los que paseaban a los padres. Digo padres en plural porque lo más visto el domingo fue observar cómo familias enteras no entendieron la norma de la madre o el padre, no los dos. Se ve que hay familias muy unidas, que quisieron protagonizar una desescalada mayúscula. A estas familias tan irrrompibles decirles que, tras el confinamiento, los divorcios en China se multiplicaron por seis. El Gobierno advirtió que, aunque el 99 % de los españoles arrestados cumplimos con el protocolo, vigilarán con celo que ese 1 % no se cargue la más que merecida libertad limitada del arresto que padecemos. Ojo que, tal y como va la gestión de todo este despropósito, aquí terminan pagando justos por pecadores. Que sancionen sin más explicación a los incumplidores. Esos padres que se fumaron las normas jugaron con la salud de sus hijos, de ellos mismos y, lo que es mucho peor, con la salud de todos los demás. No tiene sentido que los sanitarios estén al límite en los hospitales y que todo este mayúsculo esfuerzo que llevamos impreso en nuestra piel se vaya al garete por cuatro que decidieron dejar que sus chavales jugasen un partido de fútbol, o que se pusieron de tertulia como si no hubiese un mañana y se hubiesen encontrado en la terraza de algún bar, o que paseasen justo y juntos por el lugar céntrico más concurrido y a la misma hora, casi en plan manifestación. Esperemos que los incumplidores sean castigados y que se vaya corrigiendo la situación. Estoy seguro de que nuestros mayores no pueden pagar el pato de los irresponsables del domingo. Ellos ya sueñan con su primer paseo el sábado, bien merecido que lo tienen. Los mayores no cometerán locuras, porque la sabiduría tiene mucho que ver con la edad.