El valor de las personas en la Galicia que se presiente

OPINIÓN

Maria Pedreda

16 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El complicado presente al que nos enfrentamos nos obliga a tomar decisiones en dos direcciones, pero sin renunciar a ninguna de las dos. Por un lado, debemos hacer frente en las mejores condiciones a la pandemia y sus efectos bajo una consideración ineludible: esto nos afecta a todos, sin excepciones. Por otra parte, hemos de pensar en las medidas que son necesarias para preparar ya el futuro más inmediato y así conseguir asentar nuestro bienestar a medio plazo. De este reto u obligación tampoco estamos nadie excluidos porque, como bien explicaba en la Universidad de Chicago el sociólogo George H. Mead allá en los comienzos del pasado siglo: «una sociedad no es otra cosa que la unidad en la diversidad».

En este camino colectivo ya podemos extraer algunas lecciones que nos van a acompañar a partir de ahora. Aunque aún desconocemos en qué medida, esa especie -permítanme la expresión- de «barra libre» en la que se había convertido la globalización se tambalea a ojos vista; saldremos de esta con otra percepción de ese mundo sin fronteras, pero con mil reglas distintas.

Por ello, tengo el firme convencimiento de que se va a reforzar el valor de la persona, la importancia del papel que juegan los individuos, de su dignidad. Empresas, gobiernos, administraciones de toda índole deberán trabajar más estrechamente con el fin de mejorar sus condiciones de salud, las políticas preventivas o la apuesta por la sostenibilidad. Hoy, más que nunca, la Agenda 2030, adquiere un enorme protagonismo.

Escribo en términos generales, aunque tengo la mente puesta en Galicia. Decía el primer ministro inglés Benjamin Disraeli: «Soy un radical para deshacer lo que está mal; y un conservador para mantener lo que está bien». Sin duda van a quedar -por desgracia- muchas cosas en el camino de la recuperación, una recuperación que va a llegar más pronto que tarde, pero hemos de saber a qué agarrarnos, por qué debemos apostar en este futuro que tenemos que edificar entre todos. Y lo debemos hacer unidos desde el rigor, el trabajo, la colaboración… y también el optimismo. El futuro de Galicia, no nos engañemos, se va a construir, no con el azar, sino con el hacer de todos.

Y hacer implica no solo aportar el valor que tenemos cada uno, sino ayudar a que los valores de los demás permitan cuajar un proyecto común. Un proyecto que pase porque los políticos se centren en los problemas reales, que suelen estar en las antípodas de la demagogia; que permita a la sociedad civil actuar de contrapunto aportando sus reflexiones; que genere las condiciones para que los empresarios creen empleo y riqueza sostenible; que forme a nuestros jóvenes para que nos mejoren; en el que las familias enseñen a sus hijos los valores del esfuerzo, la igualdad, el mérito, el trabajo…, y un proyecto, en definitiva, en el que los bancos (y esta es la parte que nos toca a muchos) ayuden cuando se les necesita.

Puede parecer tan obvio lo que afirmo como que prácticamente nunca hemos hecho lo necesario para lograrlo. A mi me parece que esta pandemia está dejando al descubierto muchas cosas positivas y, de todas ellas, sin duda alguna la más importante, ese valor de las personas al que me refería; personas que están haciendo sacrificios por encima de sus posibilidades. También creo necesario destacar la ejemplar colaboración público-privada entre empresas, asociaciones, ONG, patronales, cámaras de comercio y las administraciones públicas. ¿Por qué limitarse a situaciones de excepcionalidad y no prolongar esta actitud en el día a día del mañana?

En los últimos meses, en Sabadell Gallego estamos utilizando un lema: «Estar donde estés». Creo que es la idea a la que debemos aspirar como sociedad. Trabajar unidos, desterrar el catastrofismo que tanto paraliza, reivindicarnos con esperanza y amor propio, pero también con rigor y valentía (como nos señalaron hace pocos meses en Vegadeo los presidentes de la Xunta de Galicia y del Principado de Asturias) y ser dueños de nuestro destino. En Galicia tenemos talento suficiente, es decir, tenemos personas capaces de lograrlo; hace falta sumar esos talentos con generosidad y altura de miras, es decir, que cada uno esté dispuesto a admitir renuncias en beneficio del bien común.

Hoy estamos inmersos en el sacrificio, pero también es hora de ser realistas y «ajustar las velas ya». Y hacerlo desde una firme voluntad y con la ambición de quien tiene claro que el futuro lo tenemos que escribir nosotros.

Estoy convencido de que gobiernos, empresas, organizaciones sociales y sindicales, empresariales, Instituciones y bancos haremos caso al genial europeo René Descartes cuando dijo aquello de que «no ser útil a nadie equivale a no valer nada». No dudemos que hoy en Galicia merece la pena apostar por las personas como eje del futuro: ellas sí que valen.