Curar la economía

Miguel A. Vázquez Taín LUCHA CONTRA EL CORONAVIRUS

OPINIÓN

María Pedreda

01 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Una de las certezas de la pandemia sanitaria que vivimos es que esta nos aboca a una crisis económica severa y compleja. Y hasta aquí las certidumbres en materia económica. El alcance y ramificaciones de esta cuarentena económica están estrechamente ligadas a la cuarentena sanitaria sobre la que, desgraciadamente, tampoco se pueden enunciar, en estos momentos, más que buenos deseos.

Ante esta grave situación se necesitan medidas contundentes para que la economía sufra lo menos posible y pueda volver pronto a la normalidad. Medidas para cuyo diseño no podemos aplicar lecciones anteriores, por lo novedosa de la situación y por la falta de experiencias relevantes y contrastadas, pero que tienen que cumplir unos requisitos básicos para garantizar su eficacia.

En primer lugar, tener claros los objetivos perseguidos. Y en este sentido, lo urgente es mitigar los efectos sobre nuestro tejido económico, preservando su capacidad de actuación y, con ella, de recuperación. Para esto, y como paso previo, debe atenderse el componente social, tejiendo una red de apoyo suficiente para aquellas personas más vulnerables que se vean afectadas por esta situación. La economía también necesita que la brecha social, que ampliará esta crisis, sea lo menor posible. En paralelo, deben ponerse a disposición de las actividades económicas los medios que garanticen su continuidad, aunque sea en un estado latente, hasta superar esta situación. Y, finalmente, hay que diseñar y poner en marcha ya las políticas que permitan recuperar nuestra economía una vez volvamos a normalidad sanitaria. Tenemos que actuar en estos tres frentes si queremos articular los medios y transmitir la confianza que nuestra economía necesita para resistir.

Con las metas claras debemos, en segundo lugar, ser conscientes que para lograrlas hay que poner recursos suficientes, todos los que sean necesarios, que serán muchos, pero si no actuamos ahora con contundencia, en un futuro se requerirán muchos más. No valen medias tintas, solo con actuaciones de calado e intensidad se podrá minimizar el coste global. Esto supone, sin duda, aparcar las reglas que hasta hace poco los economistas defendíamos como básicas, poniendo como único límite el de la pervivencia del propio sistema económico. Aunque no nos coge en el mejor momento, tenemos margen suficiente para afrontar ese esfuerzo. Y en esto Europa juega un papel importante, que debe ir más allá de flexibilizar las reglas. O articula los mecanismos necesarios para que los países cuenten con todos los medios -y esto pasa por mutualizar deuda, dar acceso al MEDE y reorientar el presupuesto comunitario-, o estará cayendo en los mismos errores que en la crisis del 2008: llegar tarde y mal. Nadie entendería que el proyecto europeo se ponga de perfil ante una situación como esta. Europa se juega su propia razón de ser.

Sabiendo hacia dónde ir y con los medios necesarios, es requisito indispensable, en tercer lugar, la unidad de acción. Todos debemos alinearnos en la misma dirección. Y todos somos todos, cada uno en nuestro nivel de responsabilidad. Debemos ser conscientes de que estamos en un momento en el que la hoja de ruta no se puede definir de forma clara e incuestionable por lo novedoso e impredecible de la situación. Serán necesarias medidas adicionales o cambios en las ya articuladas. Se cometerán errores y habrá que rectificar sobre la marcha. Pero solo empujando todos al unísono y de forma inequívoca, aparcando nuestras diferencias y dudas puntuales, estaremos preparando la economía para afrontar este escenario.

Nadie va a salir indemne de este trance, todos sufriremos sus consecuencias económicas. Sin embargo, teniendo claro el marco en el que proceder, haciéndolo nuestro y asumiendo nuestras respectivas responsabilidades, resistiremos y nuestra economía volverá a estar en pie.