Volar la presa para apagar el fuego

OPINIÓN

Ana Bornay | Efe

19 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El martes, mientras el presidente exponía su plan de choque para inmunizar la economía contra el coronavirus, abrí en paralelo una aplicación bursátil y empecé a ver cómo, al conjuro de sus palabras, se disparaba el Ibex-35 como si fuese un Sputnik. «A este virus lo vamos a vencer» (+0,2). «No dejaremos a nadie atrás» (+0,4). «Movilizaremos 200.000 millones de euros» (+3). «El Estado aportará el 60 % y las economías privadas el 40 %» (-0,7). Y así fue subiendo y bajando, hasta avanzar, al cierre, un 6,41 %. De eso deduje que el Gobierno había clavado el reparto del gordo; que los empresarios y la bolsa estaban de acuerdo; que las clases desfavorecidas y los empleos más débiles se sentían protagonistas del torrente de millones que traerá la primavera; y que tanto Macron como Merkel aún tienen mucho que aprender de las habilidades de Sánchez.

Poco después, tras beber -ya frío- mi café, y dar en el sofá las cabezadas de rigor, empecé a hacerme -como buen liberal que soy- algunas preguntas inevitables: ¿cómo se movilizan 200.000 millones -sin dilapidarlos- en un plazo perentorio? ¿Qué rentabilidad se le puede sacar a un pantano que abre todas las compuertas de alivio para regar las lechugas? ¿Cómo se asignan las cuotas y destinatarios de tanta prodigalidad?

No se trata de limitar el gasto sanitario, ni atenciones directas a las emergencias sociales, sino de evitar daños sistémicos estructurales. ¿Qué le pasa a un sistema económico al que se le intervienen sus mecanismos de equilibrio al servicio del cortoplacismo político? ¿Es que el shock anafiláctico del mercado se va a superar, sin más, cuando cese la causa que lo produjo? ¿Se puede creer que el sistema productivo va a reactivarse, niquelado, cuando pase la riada? ¿Qué agujero le queda al Estado en su proyecto de paraíso terrenal? ¿No habremos entrado en una errada competición de manguerazos millonarios con países que están apostando por salvar el sistema, y no por salir guapísimos en la foto del huracán? ¿Es que nadie se da cuenta de que si salimos de esta con el sistema averiado no habrá quien recupere el borrón que estamos haciendo?

Todas estas preguntas son impopulares -casi odiosas-. Mientras hace furor, entre los doctores en soluciones fáciles, la idea de inyectar dinero a esgalla, para gastarlo después a doble-esgalla. Pero esta película está muy vista, y, aunque es evidente que la manada no tiene tantos lobos como parece, porque la ingeniería contable rezuma por todas partes, quiero advertir que este manguerazo de millones riega sobre mojado, y que solo va a retrasar el problema a costa de complicarlo. Por eso renuncio al lacrimógeno y heroico discurso de guerra -¡que vamos a ganar!- contra el virus, para decir que esto no va de épicas victorias, sino de gobernar con sabiduría y prudencia. Porque creer que una economía puede regenerarse sobre un sistema dañado no indica buena visión de Estado, sino errores de principiante. Quizá por eso, cuando llegué a este punto, la bolsa estaba bajando.