Tan lejos y tan cerca

Beatriz Pallas ENCADENADOS

OPINIÓN

MONICA IRAGO

15 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Crecimos desde niños temiendo que un enorme monstruo de boca feroz viniera a devorarnos, pero no podíamos ni imaginar que un insignificante agente microscópico pudiera desatar el caos en el mundo y el pánico a tocar y ser tocados. A muchos todavía les resulta difícil asumir que cada uno de nosotros es una bomba en potencia y que la única manera de volver a besar a los abuelos es quedarse un tiempo en casa. Ayer cientos de personas pensaron que nada malo podía haber en marcharse a respirar aire puro a la sierra de Madrid y se encontraron con una aglomeración más tóxica que la cola del papel higiénico.

Nos pasamos la vida pidiendo tiempo. Tiempo para leer los libros que están pendientes. Para acabar esas series que llevan meses en la lista. Tardes para perderse en las películas que ya tendríamos que haber visto. Y, pese a ello, muchos eligen emplear las horas libres de la forma menos responsable. El auténtico drama lo viven quienes tienen la desgracia de estar enfermos y los que ven su medio vida amenazado por el cierre de negocios. No los que se aburren en casa o tienen que privarse de tomar unas cañas.

Esta generación de la pandemia tiene en sus manos la mayor oferta de ocio que nunca ha existido más todas las iniciativas ingeniosas que ya están naciendo sobre la marcha. Hay libros, televisión y teléfonos con contenidos para varias vidas. A través de Internet se puede hablar de todo y con todos, en público y en privado, para seguir estando cerca de los demás a pesar de la distancia. A poco que lo intentemos, este puede ser puede ser un gran momento para la creatividad.