El papel celo

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre MIRADAS DE TINTA

OPINIÓN

FEVAFA

31 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Una de las cosas más desagradables en este tiempo de regalos y sorpresas es abrir los paquetes. Asombra como un trocito de papel celo puede resultar un enemigo imbatible que no rinde la trinchera por más que intentes despegarlo dejándote las uñas y obligándote a desgarrar el envoltorio con furia wikinga. Además da mucha pena porque hay papeles de regalo que son joyas de papelería y no se merecen un destino tan violento.

Especialmente antipáticos son los que clausuran los paquetes de ropa, juguetes, accesorios varios y muy especialmente el que envuelve el roscón de reyes. No entiendo como no inventan un papel celo que sea de fijación ligth y no extrafuerte. Pero la lucha no termina en el celo, últimamente los objetos de tecnologías varias vienen metidos en un bunker de plástico -duro como un peñote- imposible de abrir sin recurrir a las tijeras o sin dejarte los piños en el intento. Y ¿cómo se las apañaban antes de 1925 cuando el «fixo» fue inventado por Richard Drew? Pues de una forma mucho más delicada y ecológica, con cuerdas finas, cintas de raso y patucos en la chimenea.

El papel celo resulta útil para muchas cosas pero su concurso en el envoltorio de papeles de regalo debería tener otras opciones menos desesperantes.

Esta época de obsequios a lo loco sellados con celo, también deja en los hogares un paisaje desolador de papeles emburbujados y pegajosos, cajas desarticuladas y sobras de plástico por todos los lados. Desechos de sorpresas ocultas y decepciones temidas -esa corbata, esos calcetines, esa prenda dos tallas más grande o pequeña, ese libro sin interés...-. Y si ya no es posible revertir el avance del celofán, tengan la delicadeza de poner solo dos tiritas pequeñas que permitan una apertura limpia y sin combate.