Una obscenidad, por no decir chantaje

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

El coordinador general de ERC y vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonés
El coordinador general de ERC y vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonés Alberto Estévez | EFE

21 dic 2019 . Actualizado a las 13:21 h.

La sentencia del Tribunal de la Unión Europea, y perdonen el latazo, tuvo una consecuencia que le habrá quitado el sueño, y esta vez de verdad, a Pedro Sánchez: Esquerra congela las negociaciones para su investidura. Congelar significa hacer un alto, aparcar mientras pasa la tormenta y exigir nuevas condiciones. Al principio lo hace como gesto, después viene el arrepentimiento y se dice que no hay negociaciones, pero sí conversaciones, y por último el partido se divide entre halcones y palomas. Los palomas -casualmente el propio Junqueras- opinan que hay que seguir hablando, debe ser que Oriol está en su gloria de la inmunidad. Y los halcones, como el líder Sergi Sabriá, que ustedes identificarán como el que siempre sonríe, quieren el santo y la limosna: que sigan las conversaciones, pero que la Abogacía del Estado apueste por la nulidad del juicio «porque puede ser la base para la nulidad de la causa general contra el independentismo catalán». Ahí es nada.

Contra el vicio de pedir está la virtud de no dar, pero ahí queda la demanda. Me sorprendería grandemente que la Abogacía reclamase la nulidad del juicio después de haber calificado los hechos juzgados como sedición. Y me sorprendería todavía más que lo hiciese después de leer la sentencia, que no contiene ni una palabra de censura a la vista oral ni a las garantías de derechos de los procesados. Pero todo puede ocurrir, porque la Abogacía no se rige por el principio de autonomía de los fiscales, sino que depende del Ministerio de Justicia.

Lo más inquietante es lo que esto supone para el futuro del Gobierno, si es que se llega a constituir con la abstención de Esquerra. Eso de pedir a la Abogacía del Estado que reclame la nulidad y la libertad de Junqueras -presumiblemente a cambio de la abstención- es una obscenidad, por no decir un chantaje, palabra que suele utilizar Marta Vilalta, su negociadora con el PSOE y portavoz del acuerdo. Si para ella es un chantaje el simple hecho de que Ábalos meta prisa o suponga que Esquerra abandonó la vía unilateral, ¿cómo calificar lo que ellos exigen a la Abogacía? No hay palabras en el diccionario que superen a esta coacción.

Y yo me pregunto: si esto lo hacen para la investidura, ¿qué harán para los Presupuestos, que, al ser los primeros, sí que suponen un acta de defunción para el Gobierno? Y algo peor: como Sánchez necesitará los votos de Esquerra para determinadas leyes, ¿va a gobernar sometido a la coacción permanente? ¿Va a gobernar entre la presión de Podemos metido en el Consejo de Ministros y la de Esquerra, que tendrá la llave en el Parlamento? Graves dudas. Yo, si fuera Sánchez y pensase de verdad en un Gobierno estable, no me metería en ese berenjenal.