La protección del niño no avanza

Ángel Martínez AL DÍA

OPINIÓN

20 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Una fecha como la de hoy, Día Universal del Niño, que debería ser de júbilo y de orgullo por ver lo bien cuidada que tenemos a nuestra infancia (que es verdad en cuanto a la infancia con familia normalizada), no puede dejar de mirar hacia los niños que están en situación de desprotección.

Cuando cumplimos 30 años de la Convención sobre los Derechos del Niño por las Naciones Unidas (y que España firmó, por lo que se comprometió a cumplir), salta la pregunta: ¿Estaremos cumpliendo mínimamente sus derechos?

Cuando uno lo analiza, como educador que vive con niños en situación de desprotección, no puede dejar de sentir impotencia al ver que a muchos niños la única solución que les planteamos es vivir en un centro de menores toda su infancia, pese a que nuestras leyes dicen que no deben estar más de dos años.

La apuesta a ultranza por la familia biológica (la ley de la sangre) y los mitos que se convierten en verdades a base de tanto decirlos («son los padres que tienen», «tienen un vinculo afectivo con sus padres») impiden que busquemos otro tipo de alternativas de futuro más beneficiosas para el niño, que ve imposibilitado su derecho a ser miembro de una familia que le dé protección y seguridad. Le queda como recurso de futuro el crecer en un centro de menores, que por cierto, es verdad, son buenos y se trata bien a los niños, pero no es el lugar indicado para vivir. También son buenos los hospitales y no se nos ocurre vivir en ellos.

Hay niños y niñas en nuestra comunidad que podrían vivir en familias de acogida o adopción, y tienen que escuchar que son mayores, que no hay familias dispuestas a vivir con ellos (hablamos de niños de 10 años en adelante), o incluso más pequeños pero debido a su problemática personal (enfermedad, discapacidad…) tampoco encontrarán soluciones de futuro.

Una sociedad incapaz de idear recursos para sus niños es una sociedad enferma. Posiblemente no estemos informando con certeza a la misma de esta situación y queramos tapar la vergüenza de no tener alternativas con una jaula de oro que serían los centros de menores. Apostemos de verdad por las familias biológicas y cuando estas no ofrezcan solución hagámoslo por otro tipo de alternativas que proporcionen a los niños vida en familia, estabilidad y futuro.

En estos treinta años la sociedad avanzó de una forma que nadie imaginaba. En cambio, en el ámbito de la protección a la infancia seguimos con las mismas herramientas que hace treinta años, a excepción de más personas que nos dedicamos a trabajar en este campo, pero los métodos de tratamiento son casi los mismos. Algo estaremos haciendo mal.

Es la hora de reflexionar y pensar que la protección a la infancia además de ser un derecho de todos los niños, es un deber de la sociedad y que esta debe interiorizar que más vale prevenir que curar. Gastemos en prevención. Démosles soluciones de futuro a nuestros niños y seguro que ahorraremos en situaciones de represión después.