Barcelona, ciudad del oeste

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

Lola Bou - Europa Press

23 ago 2019 . Actualizado a las 10:21 h.

Siento desilusionar a los insultadores emboscados en la red: ¡sé que Barcelona está al este del país! Al contrario que Nicolás Maduro, aprendí en la escuela que los puntos cardinales no son tres y distingo el este del oeste: no es gran cosa, pero es más de lo que sabe el indescriptible presidente venezolano. Como muchos lectores ya habrán imaginado, calificó de ciudad del oeste a Barcelona debido a la «crisis de seguridad» que, según sus propios gobernantes, vive la capital de Cataluña.

A lo largo de este año han tenido lugar en la Ciudad Condal una media de 40 robos cada día, -lo que supone un incremento del 30% respeto a 2018-, 5.331 robos violentos en la calle y 100 incidentes con arma blanca. Los 12 homicidios producidos en lo que va de 2019 (8 en julio y agosto) superan claramente los registros de los 10 últimos años. La semana pasada se saldó con ocho heridos por arma blanca. Un gravísimo incremento de la criminalidad que se añade al 17% experimentado el pasado año. El diario catalán El Periódico resumía ayer que «si se compara el primer semestre de cada año desde el 2011 hasta el presente año -la última fecha de actualización es del 30 de junio-, el resultado muestra que desde el 2016 los robos con violencia e intimidación han aumentado un 58%».

Aunque diagnosticar las causas de un aumento de la delincuencia tan espectacular es siempre complicado, ese último dato parece indicar que, al margen de otras causas, en Barcelona, para desgracia de su población y de los millones de turistas que la visitan cada año, se han juntado el hambre y las ganas de comer.

El hambre del procés, que ha generado en toda Cataluña, en el plano regional, un verdadero desgobierno. Con un Ejecutivo preocupado solo de organizar la independencia y de responder a la acción del Estado para impedir la insurrección secesionista, los demás problemas políticos, sociales y económicos se han esfumado de la agenda pública autonómica. No lo digo yo: lo dicen varios de los actuales responsables de la seguridad en la corporación barcelonesa, que ¡ahora! culpan a la Generalitat de falta de apoyo para garantizar la seguridad y la paz públicas.

 Pero a ese hambre se han juntado las ganas de comer: una alcaldesa cuyo único historial profesional al ser elegida era el de una agitadora antisistema para quien las fuerzas de seguridad no son otra cosa que cuerpos represivos. Vinculada a los movimientos okupa, antiglobalización y antidesahucios, la propia Colau ha dicho de sí misma que desde 2001 había hecho «vida de activista».

El difícil tránsito entre vivir de oponerse a los cuerpos y fuerzas de seguridad y mandar uno de ellos (la guardia urbana de Barcelona, con cerca de 3.000 efectivos) explica también, aunque solo sea parcialmente, que una ciudad del este se haya convertido, por la desidia de la Generalitat y los prejuicios del ayuntamiento, en una ciudad peligrosa del oeste.