Lo dicho, camino de las urnas

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Emilio Naranjo | EFE

26 jul 2019 . Actualizado a las 12:04 h.

Lo venimos diciendo desde que se empezó a negociar: que nadie se haga ilusiones. Y es que las posiciones se fueron haciendo día a día más irreconciliables. Pedro Sánchez vio cómo se rechazaban sus propuestas, una a una y de menos a más. Pablo Iglesias renunció, primero, a su vocación de vicepresidente para terminar viendo rechazadas también sus condiciones para que Podemos formase parte del Gobierno. Y ayer, el desastre total. Sánchez, primer candidato a la presidencia derrotado en segunda votación y con una derrota muy abultada. La coalición, primer fracaso tras el primer intento. La ilusión de muchos de una alianza de izquierdas, machacada. El partido Podemos, condenado a llevar la cruz de haber impedido un Gobierno socialista por segunda vez. Y España, sin gobierno sabe Dios por cuánto tiempo. Ese es el balance. Más triste no puede ser. La pregunta es la que sigue a todas las crisis: ¿y ahora qué?

Ahora la teoría dice que hay que volver al punto de partida. Es decir, aprovechar los dos meses que permite el artículo 99 de la Constitución, ponerse a negociar en serio un programa común y, a partir de él, los nombres y los ministerios. La práctica, en cambio, dice que será bastante inútil si no interpreto mal el discurso de Pedro Sánchez, que tuvo la dureza del desengaño y la grandeza más o menos artificial de la derrota. Si el presidente en funciones sigue pensando que no se puede entregar la Hacienda Pública a un partido que nunca gestionó un presupuesto; si sigue creyendo que la presencia de Podemos en el Gabinete supone tener dos gobiernos y no un equipo coherente, ahora mismo no se dan las condiciones para el éxito en ninguna negociación.

Con lo cual Sánchez no será quien abra las conversaciones, ni siquiera para hablar de la última oferta de Iglesias de las políticas activas de empleo a cambio del ministerio de Trabajo. El 23 de septiembre, las suspicacias y desconfianzas entre los dos líderes y los dos partidos que pueden hacer la única mayoría posible seguirán siendo muy parecidas a la tarde de ayer. Las elecciones, hasta ahora solo anunciadas por ingenuos como un servidor, empiezan a parecer inevitables. Solo dos agentes pueden impedir ese destino: la opinión publicada, si hace culpable del bloqueo a Sánchez en la feroz lucha por el relato que se avecina; y las encuestas, si vaticinan un pobre resultado para el PSOE o algo todavía peor, que es repetir los resultados de abril. Eso supondría la prolongación indefinida del bloqueo, el desprestigio de la clase política por su incapacidad para gestionar el pluripartidismo, el deterioro de la imagen de España en el exterior y quién sabe si un castigo serio para la economía. Nada inspira una mínima tranquilidad.