Los últimos

Luis Ferrer i Balsebre MIRADAS DE TINTA

OPINIÓN

ROLEX DELA PENA

16 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El 2 de junio de 1899, tras 337 días de feroz asedio en una diminuta iglesia de Baler, el teniente Saturnino Martín Cerezo salía al frente de 54 soldados españoles en formación de a cuatro desdentados, enfermos de beriberi y escorbuto, harapientos, descalzos, con unos máuser enmohecidos al hombro y una bandera española deshilachada por los ciclones que acarician las tierras de Filipinas. Las tropas tagalas que los habían acosado los recibían formados en posición de honor. Punto final a 400 años de imperio español en ultramar, la cultura, la lengua, la religión, el derecho, las tradiciones, la gastronomía, el mestizaje... quedaban asentados en aquellas tierras que los soldados españoles defendieron con su sangre durante cuatro siglos. Muchos murieron como héroes lejos de su país.

Fue una guerra injusta y miles de compatriotas salieron de sus pueblos, de sus aldeas y fábricas, simplemente por el hecho de ser pobres y no tener las 2.000 pesetas que costaba librar de la milicia.

Finalizaba un imperio y nacía otro que no dudó en recurrir a todo tipo trampas. Por las Filipinas nos pagaron 20 millones de dólares, España estaba desmoralizada, hundida en una profunda crisis económica. Todo se había perdido, pero en Baler el teniente Saturnino Martín Cerezo seguía, jamás se rindió, desconfiando de que aquel desastre se hubiera consumado. Solo un periódico atrasado le convenció de que todo había terminado.

Los últimos de Filipinas aún son el ejemplo de lo que es el honor y el valor en todas las academias militares del mundo.

Hace un mes 54 descendientes de aquellos héroes protagonizaron la misma ceremonia, saliendo de Baler escoltados por el ejército filipino y depositando una corona en recuerdo de aquellos héroes. No salió una sola noticia al respecto en ningún medio. Estábamos celebrando otros orgullos.