La que calla no otorga

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

07 jul 2019 . Actualizado a las 08:41 h.

Se conoce la letra pequeña, que por su importancia, en este caso de la Manada, es gigantesca, de la sentencia del Supremo que vino a saciar la sed de justicia por la que clamaba el país entero. No fue abuso sexual, fue violación múltiple. Algo obvio, pero para lo que lamentablemente tuvimos que llegar hasta el Supremo. La única heroína es la chavala víctima de una pandilla de violadores. Ahora ya sí se puede decir con todas las letras: violadores. Pero hay que citar a los cinco magistrados del Supremo que pusieron los delitos en su sitio de cárcel y condena larga. Son Andrés Martínez Arrieta Andrés Palomo del Arco, Ana María Ferrer García, Vicente Magro Servet y Susana Polo García. Son ellos los que han puesto por escrito algo que era evidente. El silencio de una violada en las circunstancias de ser llevada a un lugar recóndito solo se puede traducir por un no. La chica se vio completamente superada en número, capacidad de defensa y ese presunto dejarse llevar no fue más que un sometimiento violento a un grupo de sujetos que reciben con el apelativo de Manada el nombre perfecto a su comportamiento. La sentencia, de la que ha sido ponente imponente la magistrada Susana Polo, subraya que la joven sintió «un intenso agobio y desasosiego, que le produjo estupor y le hizo adoptar una actitud de sometimiento y pasividad, determinándole a hacer lo que los procesados le decían que hiciera, manteniendo la mayor parte del tiempo los ojos cerrados». Ella cerró sus ojos porque no quería ver el disparate continuo al que era sometida. Lo peor es que cuando se sufre una violación nunca se cierran los ojos de la mente ni de la memoria. El dolor queda grabado en la víctima mucho tiempo después de lo que durará la condena de los tipos de la manada. Encima a los acusados, según también la sentencia suprema, les resultaba «indiferente el estado en que la misma se encontraba totalmente desprotegida y vulnerable». Los magistrados consideran que se aprovecharon de estas circunstancias para atacar a la joven, que sufrió al menos «diez agresiones sexuales con penetraciones bucales, vaginales y anales». ¿Qué placer pudieron experimentar ellos cuando la parte más hermosa del sexo entre seres racionales es la del mutuo acuerdo, la del consentimiento, la de estar de acuerdo en todo lo que pase, la de la seducción y el consentimiento explícito de compartir las caricias, de multiplicarlas, nunca el sometimiento absurdo de la pareja? Queda tanto por recorrer mientras para muchos la mujer sea objeto de placer y no sujeto pleno. La que calla no otorga. El silencio es no. Las circunstancias en Pamplona fueron una barbaridad, una salvajada. Ojalá ella puede recomponer algún día el puzle de su cuerpo y de su mente con los trozos destrozados en los que ellos la rompieron.