El otoño de los salvadores

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

ANGEL MANSO

18 mar 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La salvación ya no es lo que era. Antes venía un salvador, se erigía en sátrapa absoluto, remodelaba estructuras, construía una sociedad lacaya y gobernaba desde la razón absoluta (el despotismo iletrado) para beneficiar al pueblo. El pueblo siempre ha sido la excusa de todo. Por el pueblo edificaron uno de los inventos políticos más insólitos de Galicia: las mareas. Venían a regenerar la vida política y, en lo municipal, a poner las villas al servicio de la gente. Querían desterrar todo amiguismo, soborno o prevaricación, y que al son de la partitura de un Atlántico feroz todo mudase. Fue un fracaso que se estudiará en las facultades de Políticas. El declive y la extenuación. La nada. Pocos gobiernos municipales más enflaquecidos, e inútiles, en la historia urbana gallega que estos que han propiciado las mareas. Nadie lo niega. Ni siquiera alguno de los suyos, purgados por la vara indeleble de la razón absoluta. El que se opone al aparato acaba engullido por el aparato. No pusieron la política a favor de la transformación social, como proclama la izquierda con pertinacia, sino al servicio de sus propios intereses. Hasta que llegó el otoño. El de los salvadores.

Y en tal punto nos encontramos. Sin saber si continuamos la lectura de esta novela o la cerramos de golpe. Ya no me interesa. Como tampoco me interesó demasiado El otoño del patriarca, la novela ‘de dictador’ de García Márquez: un espejo de los cesarismos hispanoamericanos. Para el lector es insufrible. Pero para el escritor resulta interesante. Técnicamente prodigiosa, con sus largos párrafos plenos de música trenzados de lenguaje fáustico y febril. Sus contenidos me han aburrido. Pero releerla me ha servido para esta columna mareística: asunto predilecto. Es que las mareas son prioridad para cualquier gallego interesado en la política, como es mi caso, aunque sea como pobrecito espectador (o hablador, a la manera de Larra). Las mareas son una teoría del suicidio político. Saturno devorándose a sí mismo además de a sus propios hijos. En la novela de Márquez un tal José Ignacio Sáenz de la Barra, potentado criollo, es designado por el dictador jefe de los servicios secretos. Nadie acumula tanto poder como él. Pero el propio dictador lo acaba aniquilando. Víctima de sí mismo, mártir del torbellino sistémico que el patriarca ha confabulado. La marea ahogando a la marea. Algo así.

Llegaron para salvar y no se han salvado ni a sí mismos. Entre ellos se exterminan, poseídos por un síndrome autodestructor que precisaría un ensayo psicoanalítico. El espejo de lo que narro (la paradoja en estado puro) lo representan estos días Martiño Noriega y Xulio Ferreiro, que propiciaron la ruptura de En Marea, alejándose de la campaña del 28 de abril. A los salvadores les ha llegado el otoño. La salvación ya no es lo que era.