Poco ha tardado Podemos en mudar radicalmente su discurso en el feo asunto de Errejón. Primero se proclamó a los cuatro vientos que «Errejón no era Carmena» y, por tanto, que su conjura con la alcaldesa sería inapelablemente contestada con una candidatura alternativa. Diez días después, y visto el riesgo de extensión de la rebelión errejonista, Podemos baja el diapasón y habla ya de una lista propia destinada a negociar una candidatura de consenso.
Será así como, muy pronto, una vez producida por mutuo interés la anunciada componenda entre traicionados y traidores, Podemos anunciará a bombo y platillo la buena nueva: que Errejón es el mejor candidato imaginable a la Comunidad de Madrid, él único que representa a la gente frente a la extrema derecha y al PSOE de la casta, ese cuyos Presupuestos se ha dedicado a defender en la cárcel de Lledoners un ubicuo Pablo Iglesias. El renegado convertido, ¡hale hop!, en el enviado para salvar al pueblo de Madrid. ¡Una tomadura de pelo formidable!
Formidable y únicamente comparable a la candidatura para la alcaldía de Madrid que Sánchez, como un mago con su chistera, se ha sacado de la manga: la de Pepu Hernández, victorioso seleccionador de baloncesto. Se confirma así que Sánchez ha convertido al PSOE en un cuartel donde él decide a toque de corneta, sin que nadie alce la voz, ¡no vaya a ser! El abuso de poder presidencial en el PSOE de Madrid ha sido formidable, pero sus dirigentes, lejos de denunciarlo, compiten por cantar las alabanzas del inesperado candidato, incluso tras la denuncia de sus presuntas irregularidades con Hacienda. Para disimular el dedazo, Hernández concurrirá, claro, a unas primarias, que serán solo otra farsa más de las de Sánchez.
De Hernández ha afirmado ya la vicepresidenta del Gobierno (insuperable en el arte de adular a quien la ha puesto donde esta) que «sabe competir y sabe ganar», como si el baloncesto fuera comparable a la política y administrar un equipo de docena y media de jugadores igual que gobernar una institución con más de 45.000 trabajadores y un presupuesto de casi 5.000 millones de euros.
La prueba de la envergadura de ese desafío es que Sánchez, gran visir del PSOE, que maneja como si fuera una marioneta, había señalado antes a políticos de la formación y experiencia de Borrell, Narbona o Rubalcaba. Sus sucesivas negativas a meterse en tal jardín acabaron sobre los hombros de Pepu Hernández, con quien, aunque tras un proceso muy distinto, acabará por ocurrir lo que con Íñigo Errejón: que desde el PSOE se nos dirá (casi todos los ministros, obedientemente, ya lo han hecho) que es el mejor candidato imaginable. Como si los votantes fueran idiotas y la política un mero espectáculo donde sólo se trata de epatar, aunque por medio estén las vidas e intereses de los millones habitantes de la tercera ciudad de Europa occidental. Para Sánchez, una menudencia.