Todavía estamos a tiempo

Catuxa Varela BIÓLOGA E INTEGRANTE DEL GRUPO DE INVESTIGACIÓN CONSERVACIÓN DE PECES Y MOLUSCOS DE LA USC

OPINIÓN

Mila Méndez

09 ene 2019 . Actualizado a las 14:32 h.

Los ríos son complejos ecosistemas vivos. Cuando alguna de las partes de este sistema falla, enferman y, si el mal persiste, se colapsan y la rica diversidad que los caracteriza se empobrece. Exceso es la palabra que podría definir el desencadenante que está detrás de muchos de los males que castigan nuestros ríos.

Abuso en el aprovechamiento del agua. Uso descontrolado de biocidas y fertilizantes en agroganadería. Consumo creciente de fármacos que acaban en los ríos desencadenando graves alteraciones en los organismos acuáticos, modificando ciclos de vida, fecundidad y hasta mutaciones genéticas. Prácticas agrícolas perniciosas como el monocultivo de maíz hasta el mismo cauce fluvial despojando al río de su preciado bosque de ribera sin el cual el río queda despojado de su protección natural a los contaminantes que de manera difusa llegan desde la tierra, la que contiene la tierra cuando las precipitaciones son abundantes, el que amortigua las oscilaciones térmicas. Plantaciones de eucalipto las cuales está demostrado que afectan a la biodiversidad de los ríos, así como contribuir a la erosión del suelo. La acción, tantas veces impune, de la industria, el saneamiento deficiente de las poblaciones, y un largo etcétera.

Algo de esto está ocurriendo en los ríos gallegos. Lo vivo de cerca pues trabajo inserta en el grupo de investigación Conservación de Peces y Moluscos de la USC (en colaboración con la Consellería de Medio ambiente, Territorio e Vivenda) que intenta rescatar al mejillón de río, salvarlo de su inminente extinción de nuestros cauces, que constituyen el límite sur de la distribución de esta especie en las aguas continentales europeas. Los mejillones de agua dulce (Margaritifera margaritifera) son una especie de riñones que filtran el agua de los cursos fluviales. En condiciones óptimas estos bivalvos de agua dulce formarían tapices en los ríos, estabilizando el sustrato del lecho y formando un microhábitat oxigenado y rico que es utilizado por otras muchas especies invertebradas. Los peces también se benefician de estas funciones, no solo por la reducción de materia orgánica en suspensión sino porque mantienen las condiciones adecuadas para los macroinvertebrados de los que se alimentan.

Al igual que sucede en el resto de Europa, en Galicia todavía hay poblaciones de Margaritifera margaritifera en bastantes ríos, pero las fases juveniles no sobreviven en las condiciones ambientales en las que se encuentran muchos de ellos en la actualidad. Si esta situación no cambia, veremos mermar las poblaciones de náyades a medida que se mueren los ejemplares más viejos y así, hasta la completa desaparición de la especie. Y cuando falla una pieza del puzle que representa un ecosistema, detrás, como fichas de dominó, van cayendo las demás. La buena noticia, dentro de esta negrura, es que todavía estamos a tiempo de evitarlo. Depende de nosotros.