Un territorio como Galicia, con poco más de un millón de personas trabajando, no debe permitirse otros tantos contratos laborales en un solo año. Un millón, una cifra de la que no se puede presumir. No puede tranquilizar que para conseguir un nuevo afiliado al sistema (el que va a pagar cotizaciones sociales con las que abonar pensiones o el paro) sea necesario firmar más de 50 contratos laborales. 50. No salen las cuentas.
La fórmula con la que se ha salido (mal) de la peor crisis que se recuerda desde la Guerra Civil ha sido una combinación de precariedad (sueldos bajos, empleos a tiempo parcial...) y temporalidad (sucesión contratos por días o semanas). Sin cambio de modelo productivo. Sin planes para recuperar la emigración bien formada. Sin saber qué hacer con esa población mayor de 55 años, desenganchada del mercado laboral. Ni con los ninis. Es difícil construir el futuro de un país con unos cimientos tan endebles. Justo ahora que vuelven a asomar (lo llame como lo llame el Gobierno) nubarrones que anuncian tormenta.