No era una marea

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

30 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

No todo el mundo dispone de tipos como Manuel Rivas cuando se propone fundar un partido. La Marea sí. Fue el escritor quien le puso título al asunto, lo que al final lo convirtió en un proyecto literario más que político y le inyectó al movimiento una pulsión dramática que explica su devenir. Como en el origen estaba la mente creativa de un gran escritor, muchos de los que pensaban que hacían algo parecido a la acción política en realidad eran personajes inventados, un pintoresco fresco que empezó como un relato de autoayuda sobre cómo alcanzar la felicidad en siete días y tiene pinta de que acabará como un relato seco de Mankell con la idílica Galicia destilando decepción. Cuando Rivas tituló la cosa él sabía que nada hay tan preciso como la poesía, por eso deseó que aquello que pasaba fuese una marea que ocupara la playa tenaz e irremediablemente. Enfrente había partidos y bloques, palabras ásperas con una contundencia caduca que en torno al año 14 sonaban a traición, torpeza y arrepentimiento. Recordemos que en aquellos días hasta Sarkozy quería refundar el capitalismo y un viento de dignidad recorría occidente tras la especulación zafia y delictiva de la Gran Recesión. Cuatro años después, de aquella marea que iba a anegar, plácida, la orilla de la vieja política y sus achaques queda una mareira rizada con varios marineros en el agua y un rumbo cierto hacia las rocas.

Aquella energía que exigía cambios ha dejado paso al estupor: la marea se dispersará en varios calderos; el PSdeG de los Caballeros competirá con un PSOE a la sombra de Pachi Vázquez; la derecha tendrá al PP, Ciudadanos y Vox para repartir pulsiones y el BNG seguirá chocando con ese techo que ha resultado más duro que su proyecto de país. No era una marea. Ni siquiera una tempestad. La unidad popular era un sindiós.