Sobre Abascal, el gran agitador

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Eduardo Briones - Europa Press

05 dic 2018 . Actualizado a las 12:54 h.

Convengamos en que Santiago Abascal, fundador y líder de Vox, es el gran agitador de la política española. Le ha dado un vuelco al mapa, le han votado 400.000 personas en Andalucía y será el gran referente de las próximas elecciones. La prueba de la conmoción que ha provocado es la reacción de Pablo Iglesias, que no dudó en lanzar una «alerta antifascista» y está claro que quiere montar su campaña electoral con el recurso al fantasma de Vox como el retorno del fascismo. También en el Partido Socialista hay voces que se suman a esa idea, en la esperanza de que el miedo movilice a su decaído electorado.

Por eso hoy quiero hablar de Santiago Abascal. Mis referencias se basan exclusivamente en sus palabras en mítines y declaraciones periodísticas y a partir de ellas hago una primera consideración: no está claro que sea fascista. Hay testimonios que lo aproximan cuando muestra su aversión a los inmigrantes ilegales y, en general, a las atenciones que los servicios públicos dan a los extranjeros en detrimento de los españoles. Como alguien ha escrito, su eslogan podría ser el de Trump, «America first», en versión española: «España, lo primero»; pero no por eso el presidente americano es considerado fascista, sino el máximo representante mundial del populismo. Santiago Abascal es el populista español de derechas.

Segunda consideración: Vox, su creación política, es en el fondo una escisión del PP, producida hace cinco años, cundo Abascal abandonó su militancia porque consideraba a Rajoy la cabeza visible de la «derechita cobarde». Pero estuvo muy integrado en el partido, en cuyas filas militaba cuando era concejal. Fue presidente de Nuevas Generaciones, seguidor de Mayor Oreja, Esperanza Aguirre y José María Aznar, que le prologó su libro La farsa de la autodeterminación. Para el PP, es uno de los suyos. Y no tiene antecedentes antisistema, porque, entre otros cargos, fue director de la Agencia de Protección de Datos.

¿Qué sale después de este rastreo biográfico e ideológico? Un tipo duro, radical, muy macho ibérico, antifeminista, nacionalista que quiere «una España y no 17», admirador de Salvini y Le Pen, defensor de la «identidad judeocristiana» frente al multiculturalismo e intransigente con los independentistas, a cuyos líderes quiere en la cárcel y a sus partidos, ilegalizados. Lo más inquietante no es él, es que muchos de sus mensajes escandalosos son el lenguaje de la calle. Lo recogió, como hicieron los fundadores de Podemos. ¿Fascista? Es un exceso llamárselo. Extrema derecha es algo más justo. Yo lo dejo en populista en su sentido más asumido: el político que plantea soluciones fáciles a problemas complejos. Como Pablo Iglesias, pero en conservador.