El milagro de la vida

Jaime José Gómez Márquez TRIBUNA

OPINIÓN

23 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Estudié Biología porque siempre me apasionó conocer y comprender qué es la vida, su misterioso origen y cómo las especies evolucionaron durante millones de años. Quise acercarme al conocimiento del proceso vital descendiendo al nivel de las moléculas y en ese viaje al universo molecular de lo vivo, que paradójicamente es inanimado, descubrí que aunque podemos conocer los mecanismos moleculares implicados en la vida, me siento incapaz de comprender la esencia de la vida. Por eso, por su belleza, por su complejidad, por sus misterios, la vida es un milagro y por eso hablo del milagro de la misma (hago esta reflexión personal desde una perspectiva científica y por tanto descarten cualquier componente religioso o mágico).

Permítanme sugerirles que se pregunten por un instante ¿qué es la vida? y seguidamente intenten definirla. Verán que es mucho más difícil de lo que parece. De hecho existen muchas definiciones de la vida pero ninguna es plenamente satisfactoria. Quizás sea mejor acercarnos a este concepto a través de algunas de las propiedades esenciales de los seres vivos:

1.- Estamos compuestos de materia orgánica (nuestra química se basa en la química del carbono).

2.- Somos un sistema termodinámicamente abierto (nos relacionamos con el exterior intercambiando materia y energía) altamente ordenado (necesitamos energía en forma de radiación solar o alimentos para mantener ese orden).

3.- Tenemos la capacidad de reproducirnos (así se perpetúan las especies) y evolucionar (a través de las mutaciones, la recombinación, la selección natural y el azar, podemos cambiar y generar nuevas especies). Si combinamos estas tres propiedades podremos acercarnos científicamente a la definición buscada.

Cómo se originó la vida en nuestro planeta aún es un misterio aunque existan algunas teorías al respecto. Yo estoy de acuerdo con que el origen de la vida probablemente fue un «imperativo cósmico» como afirmó el premio Nobel Christian de Duve; este imperativo cósmico se puede interpretar de la siguiente forma: si se dan unas circunstancias físico-químicas y ambientales concretas en unas coordenadas espacio-temporales adecuadas, la vida surgirá inexorablemente. Una derivada de esta inexorabilidad es que si se dan las condiciones necesarias y suficientes seguramente exista vida en otros lugares del universo y esta será muy parecida a la que conocemos en la Tierra aunque pudiese estar en un estado evolutivo diferente.

Una vez que surge la vida solo tiene un camino para no desaparecer en un entorno cambiante: evolucionar. Y eso es precisamente lo que lleva haciendo durante miles de millones de años; durante ese largo proceso evolutivo se han ido generando nuevos organismos y extinguiéndose otros hasta conformar la biodiversidad que conocemos en la actualidad que seguiría evolucionando de forma natural si la mano destructora del Homo sapiens no estuviese alterando el proceso evolutivo y destruyendo la naturaleza.

Respetar la naturaleza y enseñarle ese respeto a nuestras hijas e hijos, mantener grandes espacios naturales vírgenes, y exigirle a nuestros representantes políticos que incluyan como una «prioridad prioritaria» (legislativa y de Gobierno) la protección de todos nuestros ecosistemas son la mejor garantía de que el milagro de la vida pueda seguir produciéndose todos los días en la Tierra. Y ello es así porque los seres humanos no tenemos derecho a eliminar o maltratar a las otras especies de este planeta y porque no debemos olvidar que si destruimos la naturaleza nos estaremos destruyendo a nosotros mismos.