Sí, pero con las cuentas de Montoro

Rubén Santamarta Vicente
rubén santamarta PAISANAJE

OPINIÓN

01 jun 2018 . Actualizado a las 08:12 h.

Hay dos hombres bien interesantes que ayudan a entender lo que ha sucedido estos últimos días en España, y lo que puede suceder después. El primero les sonará; el segundo, difícilmente. Este último se llama José Luis Peñas. Empecemos por él, por este exconcejal de Majadahonda, en Madrid, que durante dos años se dedicó a grabar a un entonces desconocido Francisco Correa. Fue él quien destapó la Gürtel, el ciudadano que al final ha propiciado una sentencia que puede poner fin a los 35 años de cargos públicos de Mariano Rajoy. Un tipo, Peñas, del que pocos se acordarían ayer. Pero se merecía estas líneas. 

El otro hombre, el segundo, lleva casi tantos años en la cosa pública como Rajoy. Es menos simbólico que Peñas, conocido y con mala prensa. Se llama Cristóbal Montoro. Este sí estaba ayer sentado en el Congreso. Si Pedro Sánchez cumple su palabra, será un ministro de Hacienda de facto, el hombre que, con sus medidas, seguirá mandando en el bolsillo de 46 millones de españoles, al menos durante los próximos meses. Como poco. Porque ayer el aspirante a presidente (igual cuando lea estas frases ya lo es de hecho) anunció que respetará los presupuestos del 2018, aún en tramitación. Las, por ahora, últimas cuentas del ministro Montoro, susceptibles de ser prorrogadas por el cambalache de apoyos que se precisan en el Congreso. 

Esto es comenzar a mandar con unas piedras en el bolsillo bastante pesadas. Sánchez, porque así lo ha querido él solito, y porque quizá así se lo haya exigido el PNV para darle el poder (eso no lo ha explicado el socialista), se comerá el exigente déficit para este año, la menguante hucha de las pensiones, la subida de sueldos a funcionarios y a pensionistas, el incremento de los costes de Defensa, el recorte en I+D... Pero también la ficticia previsión de ingresos en impuestos (¡a ver si los va a subir!) que sustentan todo lo anterior, la nueva cuota a los autónomos, los más de 31.000 millones de deuda... Y todo aquello que su partido se negó a respaldar cuando se debatieron las cuentas.

El cambio no empezaba así.