Todavía no nos lo creemos

OPINIÓN

26 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Un temblor sacudió ayer la redacción de La Voz de A Coruña a Ourense como el hongo atómico de Tui. Nadie se lo podía creer. Acaba de morir Alfredo Vara de repente, sin avisos, sin síntomas, mirando en casa, sentado, su ordenador. Un golpe brutal a su corazón, que era tan grande como su tamaño, se lo llevó. Todavía no nos lo creemos en esta Casa que es La Voz, en esta familia. Alfredo Vara era la bonhomía. Todos los que lo conocemos, lo conocimos, cómo cuesta utilizar el pasado, lo sabemos. Un hombre discreto, de su Baños de Molgas, de su Ourense, donde fue delegado de La Voz muchos años, e incorporó a profesionales tan valiosos. Un ser humano de su familia, su mujer Marga, su hijo Rubén, de sus nietas. De horas felices en el parque de los Rosales con sus pequeñas. Nunca una palabra sobre otra. Sus artículos eran tan equilibrados como él. Me queda un honor enorme, haber gozado de su compañía como subdirector de La Voz durante veinte años, que se escribe pronto, pero se tarda un poco más en vivir. Tantas primeras, tantos turnos, tantas guardias. Duele. El periodismo une porque es vocación. Todos sumamos. Y Alfredo Vara multiplicaba, porque también hace falta calma, tranquilidad y silencios en el fragor del cierre antes de la batalla de la rotativa. Tal vez toda la ansiedad que se tragó le vino de golpe al anochecer y nos dejó sin un compañero esencial que, jubilado, seguía manteniendo vivo el demonio de la tinta que nos envenena a los que amamos informar. Su sección se llamaba, por algo, «El puente». Y es que, cuando alguien se va, es como si te iluminasen de pronto unos faros en la noche y te das cuenta de muchas cosas que no apreciaste lo suficiente. Y Alfredo Vara siempre fue un puente entre el millón de caracteres (personas) y caracteres (letras) que hay en La Voz. Tenía voz de radio. Profunda. Termino. Es increíble. Ayer estaba y hoy... Nos acompañó hace nada en la Real Academia Galega por el libro del Día das Letras, y en la inauguración de una exposición de fotos de una periodista, siempre atento y cercano. Esta semana, apenas el martes, publicó en la sección de opinión su último texto en vida sin saberlo nadie. Las ultimas palabras que tecleó fueron Vieja Europa. ¿Hacia dónde iremos en este continente sin contenido sin el aplomo de personajes como Alfredo Vara? El tiempo es un suspiro. El dolor, un agujero inmenso. No hay otro título para tu primera página, Alfredo, que este: Gracias.