Tac, tac, tac

Tamara Montero
Tamara Montero CUATRO VERDADES

OPINIÓN

21 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Levanto la cabeza por encima de la pantalla y ahí está. Donde ha estado desde mucho antes de que yo comenzase en esto. En este preciso instante está pasando. Ocurre mientras estoy escribiendo. Lo miro casi de reojo mientras aporreo el teclado, porque así es esta vida. Corriendo de un lado a otro. Con la última frase siempre colgando. Apurando el titular, como si la noticia apareciese en el fondo de un vaso.

El sonido de las teclas flota en el ambiente, como un el hilo musical de un ascensor. Ese soniquete que nadie percibe, pero que todos echan de menos en el segundo en el que para de escucharlo. Ahí está él, al otro lado del horizonte en el que se convierte la pantalla para un periodista. Más allá de la maqueta. Atusándose un poco el bigote. Ese, y no otro, es el signo inequívoco de que está a punto de nacer algo hermoso. Otra de las mejores páginas que el periodismo local ha dado. Una prosa tranquila, bruñida, preñada de matices. Con cada Lúa do Vilar, con cada crónica, una palabra nueva para mi precario vocabulario. Como esos cuadros que no importa cuantas veces hayas observado. Siempre, siempre, es diferente en algo.

Él, que salió del Congreso justo antes del tristemente famoso golpe de Estado -el único error en 40 años, y porque era novato- hoy cruza otras puertas. Será de un rato. Se retira una de las plumas de las que más hemos aprendido. Uno de la vieja escuela, de cuaderno, de agenda de teléfonos al lado del teclado. Uno de los mejores, al fin y al cabo. Aquí nos quedamos, un poco más huérfanos. Guardando como una joya de la familia todas las lecciones y cada una de las palabras que Cambeiro nos ha enseñado.