Íñigo, en blanco y negro

Beatriz Pallas ENCADENADOS

OPINIÓN

06 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El de Salvador Sobral en Kiev fue el último triunfo eurovisivo narrado por José María Íñigo, que permanecerá en la memoria de muchos como la gran voz del certamen musical en TVE. Íñigo fue comentarista del festival desde el 2011 hasta el 2017, toda una vida para los eurofans más jóvenes. Pero el presentador ya había hecho historia en la televisión española antes de lanzarse a predecir con juicio certero los votos del festival paneuropeo.

Íñigo fue el gran artífice del entretenimiento en blanco y negro, en el que fundía actuaciones y entrevistas dentro de un mismo género. Como gran referente en la pantalla, fue el encargado de amenizar el escrutinio de las primeras elecciones democráticas de 1977 con un especial musical por el que desfilaron los grandes artistas de la época. También vivió muchos momentos que hoy serían virales, como el día en que Lola Flores perdió un pendiente de los buenos en Esta noche... fiesta. Hubo un día en que Íñigo paró España antes de que hubiera redes sociales ni televisión en color. Corría el año 1975 cuando el ilusionista Uri Geller protagonizó en el programa Directísimo un imborrable episodio de sugestión colectiva. Geller prometió a los espectadores que sería capaz de arreglar con su mente todos los relojes parados que tuvieran en sus casas. Y no solo eso. Tomó una cucharilla y, con la ligera presión de dos dedos, la volvió maleable ante las cámaras hasta el punto de romperla mientras otorgaba al público poderes para hacer lo mismo. Niños y mayores se pasaron días intentando, sin tanta suerte, doblegar la cubertería doméstica. No queda constancia de aquello porque no existía YouTube.