La fatiga de los materiales de la vida

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

06 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Vivimos tiempos en los que estamos entre la fatiga de materiales y la obsolescencia programada. Qué pereza da cumplir años. Claro que la alternativa que hay a cumplirlos es mucho peor. No es astenia primaveral. Ni histeria primaveral. Es cansancio puro y duro. Es la sensación de estar rodeados por políticos que nos han robado mucho más que el mes de abril. Nos han mangado la ilusión. Políticos que solo gestionan el poder que les ceden los mercados. Esa sensación de que detrás de todo hay alguien, del que jamás conoceremos el rostro y que se dedica a enriquecerse con la cadena de montaje, y montajes, en la que nos tienen pedaleando. Dicen que con la edad se aprende a disfrutar. No tengo ningún problema en renunciar a esa supuesta sabiduría para pasar a tener mi edad actual dividida entre dos. Por algo la juventud es divina. Aunque evidentemente si puedo me apunto a ese plus de volver a ser joven, pero con lo que sé ahora. O mejor, con el doble de lo que sé. Para asegurar. Todo eso de que la felicidad son las pequeñas cosas son discursos para los que ya no podemos vivir grandes cosas. Esa sensación de ser invencibles que vives de joven y que se va difuminando cuando los sueños son goleados por las pesadillas. Tampoco es depresión. Es solo realismo, ni mágico ni de la Real Sociedad ni monárquico. Realismo de toda la vida, del de Galdós, exacto y cruel. La fatiga de materiales asoma cuando cumples años. Y el espejo te devuelve el reflejo de un rostro que se parece mucho a alguien, pero no sabes muy bien a quién. Cervantes decía repicando la Biblia en el Quijote que de la abundancia del corazón habla siempre la lengua. Y no le faltaba razón. Lo único que no falla con el paso y el peso del tiempo es el amor. Sentirlo y darlo. Es la mejor manera de renovar la sangre. El corazón es el lugar donde menos se nota la fatiga de materiales. Hay algo en ese dinamo que, de pronto, se vuelve a iluminar y te hace olvidar hasta los años que ya han caído talados sobre ti. El sentimiento contagia. Pero, para querer, primero hay que quererse, y en esas estamos.