En qué se equivoca el PP

Xosé Luis Barreiro Rivas
Xosé Luis Barreiro Rivas A TORRE VIXÍA

OPINIÓN

Kiko Huesca

24 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El Partido Popular acertó de lleno en dos cosas que lo convierten en la clave de bóveda de la política actual: preservar el modelo económico de la Unión Europea, y hacerlo funcionar con evidente éxito; y asumir con claridad que la gobernanza de una democracia depende de la existencia de un sistema, y que no se pueden hacer concesiones puntuales -legislativas, políticas o económicas- que, más allá de los errores que van implícitos en cualquier parcheo, acaben aniquilando la lógica y la funcionalidad del sistema. El sistema es lo que da sentido, oportunidad y correcta interpretación a todas las demandas y acciones de los millones de actores que confluimos en un Estado democrático. Y la falta de sistema es el caos, o el río revuelto donde los antisistema pretenden obviar que «as troitas non se collen enxoitas». Esas dos cosas las hizo muy bien el PP. O Rajoy. Y por eso podemos disfrutar de una bonanza general que, aunque tiene sombras estructurales, nos convierten en un país bastante feliz.

Pero el PP cometió a la vez dos inmensos errores: el de creer, como Carville, que la economía -«the economy, stupid!»- agota toda la política y todas las demandas de una sociedad obcecadamente indignada; y el de pensar que ese economicismo, lejos de quedar embarrado en el fango -como le sucedió por ejemplo a las divisiones panzer en Rusia- también podía servir de revitalizador de un cuerpo social furioso, aburrido y débil. Por eso el PP está dando síntomas de noqueo, al no poder entender que un Panzerkampfwagen atrapado en el barro vale menos que una mula de morteros, y al comprobar que la impresión de poder que un gran ejército varado puede causar en la gente inexperta, hace que las exigencias de victoria se multipliquen y la frustración aumente. Por eso tiene que ir preparándose para un posible final muy paradójico: que su poderosa gestión económica la capitalice finalmente Mario Draghi mientras una legión de frustrados votantes decida cambiar a los únicos que tienen un plan, y saben ejecutarlo, por los que solo nos ofrecen palabras y utopías.

España es, políticamente hablando, un campo de Agramante, donde diferentes tribus cabalgan y acuchillan a diestro y siniestro. Y aunque el PP pensaba dominar la situación usando su probada maquinaria, no supo evitar que oleadas de corrupción, insensibilidad y antipatía, pobreza discursiva y liderazgos mediocres hiciesen impracticables los frentes electorales. Por eso su maquinaria está bloqueada, mientras los demás se limitan a esperar. Y no podrán moverse hasta que un nuevo modelo de comunicación -que ni siquiera se huele- y un renovado discurso -moderno, transversal, más culto y comprensivo, y más social- le permita secar, como un sol de primavera, esta brañeira imposible. Lo malo es que han perdido demasiado tiempo en aumentar el PIB del país. Y mucho me temo que esa avería solo se podrá reparar reduciendo mucho el peso de la Moncloa y saliendo a campo abierto.