ONG

José Francisco Sánchez Sánchez
Paco Sánchez EN LA CUERDA FLOJA

OPINIÓN

17 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La mujer tenía el pelo completamente blanco y hablaba sobre una base de acento canario en el que se entreveraban tonos de Dios sabe qué dialectos. Había gastado su vida en Malawi, en lo que hace treinta años había sido un incipiente dispensario con atención especial para partos. Era comadrona y carmelita misionera y nos contaba todo eso en misa, como prólogo a la colecta para Manos Unidas. Ahora, aquel pequeño dispensario se ha convertido en un hospital de referencia para toda su zona y han levantado dos más en el país. Hablaba con la pasión de quien se ha dejado sus años allí en favor de la gente. En El Líbano, alguien me dijo que confiaban en las organizaciones no gubernamentales cuyos miembros se quedaban en el país, mezclados con ellos, y no cambiaban cada dos meses, porque a estos «ni tiempo les da para entendernos y terminan por agravar los problemas o entregando recursos a quien menos los necesita».

La sombra de dudas sobre las oenegés es antigua. Sueldos asombrosos, subvenciones multimillonarias, viajes en ejecutiva o en primera, proliferación de siglas (en inglés llaman Mongos -My Own NGO- a esas entidades mínimas): en el 2004 desembarcaron en Afganistán nada menos que 2.000 oenegés. Lo peor: apenas se perciben mejoras.

Conviene distinguir la gran industria de la cooperación de las entidades que sí marcan una diferencia real, porque trabajan con cooperantes que comprometen su vida en la misión. Si no, dejaremos a muchísimas personas desatendidas: por ejemplo, los más de veinte millones de africanos enfermos de Sida cuidados por estas organizaciones. Y condenaremos al desánimo a todas esas mujeres, a todos esos hombres generosos que viven por y para ellos.

@pacosanchez