Las costuras de España ya no lo aguantan todo

Venancio Salcines
Venancio Salcines SALTANDO LA VALLA

OPINIÓN

María Jesús Fuente

03 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Ayer mismo le decía a una alto cargo de la Xunta de Galicia, «a los empresarios, la crisis nos dejó el cuerpo destrozado». Si se pudieran ver nuestras cicatrices de estos duros años, pocos nos reconocerían. Por eso, muchos hemos perdido el sentido del humor ante determinados comportamientos, decisiones o declaraciones. Lo que no nos hubiera molestado hace diez años, hoy nos irrita profundamente. Pero no solo nosotros hemos perdido parte de la sonrisa a estas alturas. Les ocurre lo mismo a todos aquellos que han sufrido en sus carnes de forma directa los ajustes presupuestarios en sanidad, en educación o en bienestar social. O los vinculados a empresas de obra civil. Hoy, con suerte, pueden seguir sobreviviendo ganándose las lentejas en Chile o en Arabia Saudí. O los que han buscado una plaza para sus padres en una residencia pública de ancianos y no la han encontrado. Muchos, demasiados, han sufrido las consecuencias de la austeridad económica ¿Y qué se merecen? Respeto. Mucho respeto.

Han aguantado el dolor pensando que su país no daba para más. Y ahora llega el ministro Cristóbal Montoro y les dice que eran unos pánfilos, que lo que tocaba era mirar para el ombligo de uno mismo y tirar con fuerza, que las costuras de España aguantan todo. Un poco de postureo amenazante y punto, con la recuperación ya haremos tabula rasa. Pues no, no toca.

Le agradezco a Montoro que haya sido un gran recaudador de impuestos. España necesitaba caja y supo exprimir la naranja al máximo, quizás mejor que nadie. Pero sus tiempos han pasado. Este país necesita algo de política fiscal y no está en esa clave mental. De modo similar a como hizo Portugal, es necesario utilizar los tributos como si fueran señales de tráfico, para estimular a los agentes económicos. Para sugerirles que recorran determinados caminos. Y, desde luego, lo que no toca es premiar a las autonomías que les fue indiferente el ajuste presupuestario. Mientras ellas iban a lo suyo, otras administraciones, como los ayuntamientos, pagaron y siguen pagando su indisciplina fiscal. O acaso, ¿por qué cree que la inmensa mayoría de ayuntamientos presentan superávit, cargados de remanentes positivos, y aun así no puede crecer su techo de gasto? Con lo que ello significa, en términos de empleo, en miles de pequeñas poblaciones de todo el territorio. Pues es para equilibrar los déficits de autonomías, como Cataluña, ancladas en la insubordinación permanente al Ministerio de Hacienda.

No, no toca, las costuras de España ya no lo aguantan todo. Y menos aún pueden soportar las faltas de respeto a los ciudadanos que en su día eligieron el camino de la lealtad.