Superación, pero con dudas

Justino Bastida

OPINIÓN

30 ene 2018 . Actualizado a las 11:51 h.

Nuestros vecinos han ejemplificado excesos, malas decisiones y falta de planificación; la alquimia europeísta al rescate, el estreno de los hombres de negro; y ahora la modernidad, sofisticación y el éxito político de la izquierda en un mundo que deriva hacia el «abismo conservador». Un nuevo mito gana Eurovisión, y otro consagrado empuja el triunfo de la Eurocopa. Portugal está de moda.

Crecimiento económico fuerte, déficit contenido y paro en la mínima tasa de la década. Un repaso menos ligero muestra que la creación de industrias no acompaña al PIB, sino que el turismo figura acompañando tímidamente de las exportaciones. La calidad del empleo reproduce en máximos un panorama conocido: parcialidad, temporalidad y media salarial próxima al salario mínimo interprofesional (inferior al español). La entrada de capital extranjero revierte más en adquisición de vivienda en la capital del país, la del vino dulce y en la costa sureña que en inversiones tecnológicas, productivas o de I+D. La inversión pública ha sido objeto prioritario de recortes por parte del Gobierno luso, lo que podría derivar a largo plazo en problemas de productividad. Lo mismo que no haber revertido ninguna de las condiciones exigidas por la UE: siguen pagando sanidad o peajes de las autopistas amortizadas. Se infiere un escenario marcado por la dependencia, cuya sostenibilidad pudiera ser primera derivada del efecto moda/país. Y desigual: favorece a determinadas zonas en detrimento del interior.

El problema es si han sabido aprovechar la ola favorable y hacerla sostenible. Hay dudas. Portugal es ejemplo de superación, pero no necesariamente un paradigma a seguir. No podemos obviar el Código Fiscal ao Investimento que favorece la implantación de empresas y la inversión. De ahí la proliferación de pequeñas empresas de I+D en el norte, que podría minorar parte de los efectos anteriores, pero cuya viabilidad extra-subvención habrá que ver. Tampoco su desburocratización, que aquí tratamos de emular. Cuestión aparte es la distorsión que tal regulación genera en la libre competencia, o en las posibilidades de atracción que puedan tener otros territorios a menos distancia que un maratón.