No disparen al pianista

Beatriz Pallas ENCADENADOS

OPINIÓN

28 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La suerte está echada para los eurofans que acariciaban la idea de un sufragio popular para elegir al representante de Eurovisión en un espectáculo digno del horario de máxima audiencia. Ese día ha llegado. Mañana la decisión será suya y de los espectadores de Operación triunfo, que tendrán sobre sus hombros la carga de elegir, sin jurados, sin Chikilicuatres, quién viajará a Lisboa para suceder en el trono a Salvador Sobral. Solo cinco finalistas solventes y nueve canciones para elegir.

España no ha acertado con el gusto musical europeo en los últimos años, pero no hay que desfallecer. Las opciones esta vez son varias y variadas y entre los espectadores asoman facciones difíciles de reconciliar. Unos se muestran convencidos de que lo mejor es sorprender al mundo con un trap, que es lo que se lleva ahora; otros quieren dar continuidad al tono íntimo que encumbró a Sobral.

Además, el fenómeno de OT ha involucrado al público con unos cantantes que para muchos son como de la familia, algo que genera hinchadas propias y defensoras a ultranza de sus respectivos candidatos. Pero esta vez no quedan excusas. El público tendrá que aceptar el resultado democrático del televoto para que la elección no acabe nunca más como el año pasado, al estilo de una cantina del Oeste.