El enigmático caso Hariri

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

19 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Es muy difícil crecer a la sombra de un mito. Es más difícil aún ser libanés y dedicarse a la política tomando el testigo de un padre asesinado en el ejercicio del poder. Es comprensible pues que la herencia de Rafiq Hariri, el empresario libanés que hizo fortuna en las décadas de los sesenta y setenta en Arabia Saudí, asumida por su primogénito, Saad haya sido muy pesada, sobre todo, desde que accedió, por segunda vez, al cargo de primer ministro en 2016.

Y es que, Líbano no ha superado aún las cicatrices que la guerra de 1975 a 1990 causó en su sociedad. Su tejido social es uno de los más complejos de todo Oriente Próximo donde, al menos 18 facciones religiosas y étnicas, intentan coexistir rodeadas de múltiples tensiones y factores desestabilizadores. Tensiones que, ya desde 1926, intentó paliar su constitución mediante el confesionalismo, a través de la distribución paritaria de asientos parlamentarios entre cristianos y musulmanes. Una paridad sancionada además, mediante el pacto no escrito de 1943 por el cual el Presidente es un cristiano maronita, el primer ministro un musulmán suní y el presidente del Parlamento un musulmán chií.

Este precario equilibrio político se ha visto gravemente alterado por la masiva llegada de refugiados sirios, también muy diversos entre sí. Pero, sobre todo, ha sido la constante injerencia chií impulsada por Irán a través del grupo terrorista Hezbolá, a quien se atribuye el asesinato de Hariri padre, la que más ha dificultado la estabilización. Aun así, resulta difícil de entender la renuncia de Saad Hariri anunciada en Arabia Saudí y su posterior viaje a Francia. La explicación de que teme que Hezbolá acabe con su vida no ha convencido a nadie pero el temor a que la creciente rivalidad entre Arabia Saudí e Irán se extienda al Líbano preocupa a todos.