Crónica del 22 de diciembre

OPINIÓN

Jesús Diges | efe

09 nov 2017 . Actualizado a las 08:04 h.

«Si el 22 de diciembre volvemos a estar como antes del 155, estaremos peor». Se lo dijo José María Aznar a Pepa Bueno en la Ser. Y, ¡ay, Dios mío!, me temo que tenga más razón que un santo. Y no solo por el diagnóstico, que suscribo, sino por la profecía: es posible que el día 22 de diciembre nos despertemos como estábamos antes de la intervención constitucional. Naturalmente, no tenemos más datos para el pronóstico que los avances de las encuestas. Todas, las privadas de medios informativos y la pública del CEO, conocido como el CIS catalán, aventuran resultados muy parecidos: con la victoria clara de Esquerra, aunque se hunda el PDECat y baje algo la CUP, los independentistas rondarán la mayoría absoluta en el Parlamento catalán. Oriol Junqueras será el primer encargado de formar Gobierno. Tendría narices que fuese candidato desde la prisión, pero es lo único que nos falta por ver.

¿Se puede evitar a 42 días de las urnas? Alimentemos una pequeña esperanza con cuatro argumentos tan volátiles como de buena voluntad. El primero, que el prófugo Puigdemont siga diciendo barrabasadas y ahuyente hacia el constitucionalismo a los electores que le quedan. El segundo, que la sociedad termine de percibir que la CUP es una fuerza de destrucción. El tercero, que el millón de indecisos que todavía no tienen claro a quién votar sean seducidos en su mayor parte por Ciudadanos, PSC o el PP. Y el cuarto, que la sociedad pierda el miedo y rompa las amarras de la abducción separatista.

¿Puede ocurrir algo de eso? Naturalmente: en política nada es imposible. ¿Puede ocurrir exactamente lo contrario? Por supuesto: si echamos mano otra vez de las encuestas, recordemos que el independentismo ha vuelto a crecer y se sitúa nuevamente en el entorno del 48 % de la población con derecho a votar. Es decir, lo que teme Aznar: un porcentaje idéntico al de las elecciones anteriores que podría dar, por tanto, el mismo resultado de mayoría absoluta parlamentaria, pero sin mayoría social. Con ese retrato de la sociedad catalana se tejió el traje de su alocada república independiente. La historia se puede repetir, pero agravada por los antecedentes, por la mayor crispación y por la tendencia creciente al enfrentamiento.

A 42 días de la incierta cita, se puede hacer una afirmación: ganará quien cometa menos errores. Entiéndase por ganar conseguir que no haya mayoría absoluta separatista ni en el Parlamento ni en el cuerpo social. Como la haya, como los independentistas tengan más del 50 % de los votos, se podrán aplicar muchas leyes, se podrán ganar todos los recursos en el Constitucional, se podrá meter a más gente en la cárcel, pero se habrá perdido el argumento moral.