No nos hagan pasar más vergüenza

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

13 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Eugenio D'Ors leía sus artículos filosóficos a su cocinera; si ella los entendía, el maestro los reescribía para hacerlos más oscuros e ininteligibles. Imagino que el señor Puigdemont hizo lo mismo antes de pronunciar su ominoso discurso del 10 de octubre en el Parlamento catalán. Digo ominoso y no me aparto un ápice del significado de este adjetivo: abominable, repugnante, repulsivo, desventurado o funesto. Sus asesores, escasamente duchos en cuestiones literarias, concluyeron que diciendo sin decir (ridículamente) era el mejor modo de burlarse una vez más de todos nosotros. Yo así lo entiendo. Y burlado me siento. Y como ya no soporto más que se puedan permitir este tipo de conductas en un país democrático y asentado en el derecho, doy un golpe en mi intelecto con esta columna que solo pretende mostrar mi indignación y la de una buena parte de la ciudadanía: los que somos como la cocinera de Eugenio D’Ors.

Probablemente el filósofo, en un arrebato clasista, le suponía escasas dotes hermenéuticas a su cocinera. Yo, sin embargo, estoy seguro de que ella estaba harta de la petulancia del maestro. Porque bajo los textos más oscuros, esos que nadie consigue entender, lo que reposa es una dosis sobresaliente de desprecio al lector. Si esto lo trasladamos a la política actual concluimos que fue precisamente el desprecio, a la democracia y al resto de España, lo que evidenció Puigdemont en su ominoso discurso. Creo que es suficiente. Porque mientras no dejo de escuchar halagos a la gestión política del Gobierno, yo me imagino en la ínsula Barataria del Quijote: un mundo ajeno y humillante. Así me siento, humillado, desde que comenzó esta farsa y la Moncloa no supo detenerla. Los que incumplieron e incumplen la ley van ganando, esa es la verdad. No le demos más vueltas. Con el 155 encima de la mesa empieza a dignificarse el panorama. Es cierto. Pero en realidad ¿era necesario esperar tanto? Y no solo me perturba esa pregunta, otra me duele todavía más: ¿en un Estado de derecho es normal que los que han vulnerado la ley de modo tan flagrante no hayan sido detenidos?

La humillación a la que los independentistas han sometido a la inmensa mayoría del pueblo español es abrumadora. Se han reído de nosotros. Y se seguirán riendo, o ¿acaso espera el Gobierno una contestación prudente al requerimiento que ha hecho a la Generalitat? Finalmente tendrá que intervenir de modo contundente el Gobierno: aplicando en su totalidad el 155. Pero también tendrá que actuar la Justicia, algo que llevo solicitando desde hace más de un mes: cuando se vislumbró la fecha del referendo. Es un insulto a la democracia y al Estado de derecho que se mofen de la ley y de España de este modo. Y que no pase nada. Hasta hay quienes los felicitan. Y quien se pinta de blanco solicitando diálogo con los que nos han vejado, desdeñado y denigrado. Los que han arrastrado la democracia española más que nunca en su historia reciente. Señores del Gobierno y de la Justicia, no nos hagan pasar más vergüenza.