El aumento de los salarios

OPINIÓN

12 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El tema despierta amplia controversia entre los economistas, empresarios y trabajadores. En la actualidad, se discute sobre la necesidad y los efectos de su subida. Los argumentos a favor se basan en que, al constatarse una recuperación económica, es buen momento para afrontar dicha subida, después de las severas restricciones impuestas en el largo período de recesión en donde se perdieron muchos incentivos y puestos de trabajo. Si se produjera un aumento de salarios, estos incentivarían el consumo, con lo que se elevaría la demanda de productos, que contribuiría a relanzar la economía; y, por tanto, conllevaría una reducción del paro. Además, con salarios más altos y con mayores empleos, se podrían pagar más impuestos y se incrementarían las cotizaciones sociales, lo que permitiría reducir el déficit público y mejorar los ratios de la Seguridad Social.

También existen argumentos en contra. Razonan que un aumento de salarios repercutiría en una pérdida de competitividad de aquellas empresas que han conseguido incrementar sus volúmenes de ventas al exterior. Y, en consecuencia, dicho aumento de salarios podría contribuir a reducir la demanda de trabajo en las mencionadas empresas.

Planteado el tema, los datos arrojan otras perspectivas de análisis. Conocidos los índices de coste laboral y las encuestas de coste laboral, se puede afirmar que los salarios han subido de manera muy tenue (0,2 %), muy por debajo de la inflación (1,6 %), con lo que es obvio que en el último año hemos presenciado una disminución del poder adquisitivo de los trabajadores. Si a ello le unimos los síntomas de debilitamiento del mercado laboral y el diferencial de inflación con la media de la UEM, está claro que la renta disponible de las familias se está deteriorando, con lo que es fácil presumir el estancamiento del consumo y las previsibles consecuencias negativas para la producción de las empresas y la generación de empleo.

¿Cuáles son los retos? Sin duda alguna, vincular la subida de salarios con la productividad, a través de fórmulas claras y controlables, que permitan medir tanto el comportamiento del trabajador como la eficiencia de la estrategia y la toma de decisiones adoptadas por el empresario. Una de las lecciones de la recesión ha sido que basar la competitividad en empresas y sectores con bajos costes de la mano de obra ha sido y continúa siendo un gran error. Hay que corregir dicho planeamiento.

Por eso, resulta preciso vincular la política salarial con una mayor formación de los trabajadores y con la utilización de nuevas intensidades tecnológicas. La actual revolución industrial y los nuevos niveles de competencia internacional requieren cambios en el tamaño de las empresas y en los códigos de buenas prácticas de las mismas, así como en la mejora de las cualificaciones profesionales de los trabajadores. En suma, hay que afrontar una nueva apuesta que combine la cualificación profesional, la productividad y los salarios.