Arte y maña

José Francisco Sánchez Sánchez
Paco Sánchez EN LA CUERDA FLOJA

OPINIÓN

09 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Estos días me han preguntado en varias ocasiones si me preocupa el posible referendo catalán. Respondo que no me preocupa, porque pienso, como casi todo el mundo -sin descartar a algunos que votaron a favor en el Parlament-, que no se dan las condiciones para que llegue a celebrarse. «¿Entonces no pasará nada?», me han dicho a veces reformulando la cuestión. A esto suelo contestar que ya ha pasado mucho, hasta ahora muy malo para todos, y que sin duda pasará algo también después. Pero que lo que suceda después podría resultar hasta bueno. Quizá recuperemos, por ejemplo, la política como arte frente a la política como artimaña.

El diccionario define artimaña como «acción hábil, disimulada y generalmente malintencionada, para conseguir algo». La política-artimaña despliega su habilidad en dos ámbitos principales: la gestión de los miedos y la gestión de los odios. Si los miedos y los odios que necesita gerenciar no existen, entonces los crea, para luego manipularlos a conciencia y sin conciencia. La política como arte busca exactamente lo contrario. Consiste en el manejo prudente de la cosa pública de manera que todos salgan favorecidos, es decir, consiste en la consecución del bien común que, por definición, excluye los odios y los miedos y facilita la comprensión entre los distintos.

Por eso, para hacer política resulta imprescindible creer en algo: como mínimo, en la infinita dignidad, en el valor intangible de cada persona. Si no, de un modo o de otro, se termina descartando a los que no caben en la visión única de las cosas, reducidos -como recordaba hace unas semanas- a mero desperdicio perimetral, inconveniente, innecesario, prescindible y, por fin, eliminable.

@pacosanchez