¿Escribir al dictado? ¡Ojalá!

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CON LETRA DEL NUEVE

OPINIÓN

03 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Sobre los periodistas pesa la leyenda negra de que escribimos al dictado. Como en el cole, cuando el profesor de lengua controlaba cómo andábamos de haches, bes, uves, jotas y elles. Hay mucho conspiranoico que piensa que nuestro trabajo se reduce a eso: a sentarnos ante el teclado mientras el dictador de turno nos canta, en plan niño de San Ildefonso supervillano, el título, el subtítulo, el texto y hasta el ladillo (con perdón) de la segunda columna. Acaba de suceder de nuevo. El sheriff de los Mossos acusa a la prensa disidente de escribir «al dictado». A Trapero, a estas alturas, ya solo se le puede contestar con su gloriosa frase:

-Bueno, pues molt bé, pues adiós.

Esto, que en el fondo es muy triste, le haría mucha a gracia a Camba, que a todo sabía encontrarle su punto. Estoy seguro de que si alguien le fuese con la acusación de que escribía al dictado, don Julio le respondería de inmediato: «¡Ojalá!». Porque nadie ha contado mejor que él la tortura de buscar cada día un tema para llenar la columna. Y pocos se han atrevido a confesar, como hizo Camba, que al periodista lo que de verdad le divierte es no hacer nada.

Por eso, si alguien tuviera la generosidad de susurrarnos al oído la página ¿alguien se cree que nos molestaríamos en ir a los plenos, los asesinatos, los partidos de fútbol, las redadas, las huelgas o las ruedas de prensa? Si viniese un malvado Doctor No a deletrearnos la información mientras acaricia su gato nos podríamos ahorrar las diez o doce horas que empleamos al día en buscar noticias y contarlas. Porque lo que de verdad se nos da bien, como sentenció la otra noche el irrepetible Juancho Martínez antes de dejarnos a solas con nuestros 135 años de historia, no es hacer periódicos, sino hacer amigos. Porque los periódicos se escriben solos mientras los cronistas tomamos café o tropezamos de madrugada, a menudo en lugares poco recomendables, con un titular de primera.

Habrá quien piense que somos unos vagos, y seguramente con razón. Pero debemos recordar lo que le dijo Orson Welles a Perico Vidal cuando este lo rescató de una noche de farra en un dudoso tablao. Tras pasar por la ducha y meterse cuatro cafés solos, Welles se puso a dirigir el rodaje durante varios días seguidos sin apenas dormir. Fue entonces cuando le soltó a Vidal el que podría ser el lema del periodismo que todavía no ha encontrado quien le dicte:

-Los vagos como nosotros, cuando nos ponemos a trabajar, somos incansables.