El último barómetro del CIS supone, sin duda, un aval al nuevo liderazgo de Pedro Sánchez en el PSOE, que vuelve a situarse como alternativa de gobierno. Pero también es una seria advertencia para Mariano Rajoy. ¿Por qué cae significativamente el PP cuando la economía crece al 3 % y el paro baja de forma progresiva?
La respuesta más obvia es que la corrupción le sigue pasando factura, pese a que muchos análisis coincidían en que ya estaba descontada y su coste electoral había tocado techo. La eclosión de nuevos casos, el avance de las causas judiciales y la falta de explicaciones coherentes por parte de Rajoy y de los demás dirigentes populares hacen que la herida continúe sangrando. En segundo término, la encuesta revela que el triunfalismo desbocado del Gobierno por la recuperación económica no cala, principalmente porque esta no ha llegado a buena parte de la población, por mucho que el PP compare grotescamente el descenso del desempleo con la llegada del hombre a la Luna.
Pero más allá de estas consideraciones, puede que la causa de fondo de la erosión sea la percepción por parte de la opinión pública de que el Gobierno está acorralado, actúa siempre a la defensiva, va a remolque de los acontecimientos y carece de una estrategia política proactiva. Los ejemplos más claros son sus respuestas a la corrupción y al desafío independentista en Cataluña. La iniciativa la llevan la oposición en el primer caso y los separatistas en el segundo. A falta de un proyecto político atractivo, la exhibición de datos macroeconómicos positivos no es suficiente, según la encuesta, que, en todo caso, debe tomarse con cautela, como una fotografía aproximada de un escenario coyuntural.