El objetivo del doctor Fergusson era atravesar, en un globo, África de este a oeste, aprovechando los vientos alisios que soplan de forma constante en esa misma dirección. Se partiría de la isla de Zanzíbar, en el Índico, para llegar a las costas del Senegal, en el Atlántico. Acompañan a Fergusson su amigo, el irlandés Kennedy, y el criado Joe.
Estamos hablando de Cinco semanas en globo, de Julio Verne. He elegido esta novela para celebrar el Día del Libro. Es una buena ocasión para leerla o releerla. Además, su primera edición es de abril de 1863 y la salida del globo se hace también en el mes de abril.
Aparecen en este relato muchos datos científicos y técnicos. Se dedica especial atención al globo y a todo lo que conlleva su construcción y navegabilidad. Se determina su volumen, el peso de todos los elementos: pasajeros, avituallamiento, instrumental científico y técnico, etcétera, para calcular el empuje ascensional del globo.
Para solucionar la posible rotura del globo, se construyen dos de volumen distinto y se mete uno dentro del otro. Se llenan con hidrógeno, mucho menos denso que el aire, fabricado en el punto de partida por reacción del ácido sulfúrico con el hierro.
Se revolucionan los medios de ascenso y descenso de globos por dilatación y contracción del hidrógeno, usando un soplete de oxígeno e hidrógeno muy original. A lo largo del viaje se hace una descripción precisa de la naturaleza: botánica, geográfica, fauna, clima.
Este libro ha sido la puerta al mundo de la lectura para millones de personas: Verne consigue en él el difícil objetivo de instruir divirtiendo.