Era cuestión de tiempo que Rusia recordara a los Estados Unidos que el «padre de todas las bombas» se encuentra en los arsenales de la Fuerza Aérea rusa, y que su poder destructivo es cuatro veces mayor que la utilizada en Siria por Trump (la que los norteamericanos bautizaron con el nombre de «madre de todas las bombas»). ¿Son los prolegómenos de una nueva Guerra Fría? Sin duda, aunque confío en que el sentido común prevalezca y las aguas vuelvan pronto a su cauce. Muchos se preguntan el motivo de la defensa numantina que Putin hace del régimen sirio, y este, fundamentalmente, no es otro que el económico. Aparte de pretender defender su papel de gran potencia en la zona, lo que se vendría abajo con las intervenciones unilaterales de los Estados Unidos, Rusia vende 2.700 millones de euros en material armamentístico a Siria, tema del gas al margen, lo que le convierte en uno de sus mejores clientes. Todo ello con independencia de un Irán en manos de los chiíes (Bachar al Asad pertenece a la minoría alauí, una rama del islam chií), que también ha amenazado con el uso de la fuerza si Trump continúa jugando a la guerra. Economía, religión y geografía, los tres grandes motivos que han dado lugar a las más cruentas guerras que asolaron la humanidad. Por ello, que comiencen a arreglarse las cosas en los despachos. Las vanidades de Trump y Putin ya debieran estar satisfechas, por lo que llegó el momento de que la diplomacia arregle este desaguisado.