Perfectus Detritus

Rafael Arriaza
Rafael Arriaza LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

11 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Supongo que para muchos -de mi generación en adelante-, las historias de los geniales Goscinny y Uderzo sobre aquella aldea gala que resiste irreductible al invasor arrancaron sonrisas y, tengo que reconocerlo, auténticas carcajadas muchas tardes de asueto. De entre ellas, una de mis favoritas fue siempre La cizaña. La historia en la que los niños (y no tan niños) veíamos, incrédulos, cómo los comentarios de Perfectus Detritus iban tiñendo de verde la vida de los habitantes de la aldea, del campamento romano, ¡hasta del barco de los piratas!, sin que nadie pareciera capaz de ponerle coto. Un gran pequeño libro que me parece un ejemplo perfecto de lo que decía Ray Bradbury: «Los libros están para recordarnos lo tontos y estúpidos que somos». Recuerdo que, en mi inocencia, me preguntaba: ¿pero cómo pueden ser tan tontos para hacerle caso a ese tipo? Y creo que aún sigo siendo muy inocente. 

Releer esta excelente historia de Astérix y Obélix nos podría ayudar a tomar un poco de distancia sobre lo que está pasando a nuestro alrededor, a reflexionar un poco más antes de aceptar como cierto algo que puede ser un fruto de la posverdad. Bonita palabra para definir algo horroroso. Un bulo, o incluso una evidente difamación, a la que el rebote repetido confiere certeza. Una mentira (a veces, burda o incluso increíble si nos la contaran de palabra) que apela a las emociones de quien la recibe aunque no tenga ninguna base real y provoca un impulso incontenible de rebotarla. Ya verás, ya, de lo que me he enterado… se decía antes en los corrillos de cotillas. Pero ahí al menos había que dar la cara, y te arriesgabas a que el ofendido (u ofendida, que en esto nunca se ha respetado la pertenencia a uno u otro sexo) te buscase para pedir explicaciones y -a veces- dejarte de paso algún recuerdo. Ahora, gracias a la tecnología, eso ya ni siquiera es un peligro, así que nos volvemos más osados, más tecnológicamente osados. Y encima, añade alguno, si lo dice Internet, será verdad, claro. Fíjate en cuántos likes tiene.

El espíritu de Detritus llevado a la perfección por un algoritmo que filtra las noticias que recibimos para que -como si fueran las compras de un Amazon putrescente, que nos ofrece aquellos objetos similares a los que nuestro historial comprador señala como más apetecibles para cada uno de nosotros- solo leamos las que nos pueden despertar el instinto de rebotarlas y no necesariamente las que sean verdad. Y de paso, que engordemos la cuenta de alguien que ha lanzado ese bulo, no nos olvidemos.

En la historia de La cizaña, aunque Detritus pusiera en ocasiones su habilidad para generar enfrentamientos al servicio de un interés material, al final lo que lo movía era su propio carácter… como al escorpión del chiste, que prefiere ahogarse a dejar de clavar su aguijón al animal que lo ayuda a sortear el río. A veces, me parece que ese es nuestro destino. Pero probablemente, mientras luchemos con la corriente, sigamos rebotando mensajes e hiriéndonos unos a otros. ¡Es nuestro carácter!

Releer a Astérix y Obélix nos podría ayudar a reflexionar un poco más antes de aceptar como cierto algo que puede ser un fruto de la «posverdad»